Locuras

No comprendo cómo las informaciones referentes a las vacas y a las ovejas locas no ocupan a cinco columnas las primeras páginas, o quizá sólo sea comprensible si asumimos que la comunicación alternativa, basada en una nueva Jerarquía de valores informativos, fue cautiva y desarmada por las leyes del mercado en los años setenta, la década madre de todas las derrotas. A medida que se filtran informaciones es más pavoroso el cuadro general de esta conjura, en la que se implican ganaderos, veterinarios, economistas y políticos al más alto nivel británico y europeo para ocultar un problema de salud animal y personal con el exclusivo fin de que no caigan los precios dé la carne.No se trata de una conjura entre paisanos de aldea, hoy por ti, mañana por mí, sino de una conjura a nivel de Estado y de Estados. Se ha dado más importancia a que no caiga el precio de la carne que a la salud pública, al precio actual de unos cuantos seres humanos afectados y de miles y miles de animales inocentes sacrificados en un holocausto vergonzoso e impune, porque ni siquiera se ha practicado la vasectomía a los responsables de esta inmensa carnicería. Esos locos pueden reproducir su raza. Y si se ha sacrificado al gran Moloch del mercado cualquier otra consideración, ¿qué garantías tenemos de que no se está haciendo lo mismo con respecto a industrias aún más peligrosas? ¿Quién puede fiarse del criterio ético de los que deben tomar decisiones de arriba a abajo sobre los factores de contaminación ambiental o de control de la natalidad o de investigación biogenética o de limitación de la industria y el mercado de las armas? ¿Cuántos fondos reservados han servido para que el asunto de las vacas locas fuera materia reservada a los enriquecidos locos beneficiarios del negocio?