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Amenazas del espacio naturales y artificiales

Científicos rusos proponen pintar los asteroides que se acerquen a la tierra o ponerles velas solares

Ahora, cuando las amenazas vienen del cielo pueden tener dos causas, naturales o no naturales. Eso es algo que sólo sucede desde 1957, cuando se lanzó el primer ingenio espacial. Cualquier punto del planeta está expuesto al riesgo añadido de que le alcance algún trozo considerable o incluso radiactivo de nave espacial y los nuevos estudios sobre impactos de asteroides en la antigüedad han hecho aumentar la conciencia de su posible repetición. Así que científicos y técnicos se están uniendo para vigilar la chatarra espacial y también los cuerpos celestes que puedan chocar algún día con la Tierra.Todo ello está cobrando auge poco a poco, sin que exista todavía una autoridad internacional que ponga orden en la generación y tratamiento de basura espacial, un problema cada vez más acuciante, ni un programa mundial para evitar un impacto inminente de asteroides o cometas. Pero las ideas no faltan y las agencias espaciales están tomando medidas.

Para esta misma semana está prevista la caída a la Tierra de un gran trozo de un cohete Ariane. Es la tercera etapa de un Ariane 44L, lanzado el 5 de junio de 1989 para poner en órbita dos satélites y como pesa más de una tonelada y 10 por 2,6 metros es posible que no se desintegre totalmente. Y de este tipo de chatarra: hay decenas de ejemplos. En general, existen cuatro tipos de chatarra espacial: satélites inactivos, restos de lanzadores y estaciones, fragmentos y micropartículas.

Censo

La Agencia Europea del Espacio (ESA) es una de las que muestra más preocupación por la chatarra espacial, entre otras cosas porque es responsable de una pequeña parte de ella. Su grupo de seguimiento y análisis de riesgo en el centro neurálgico ESOC en Darmstadt (Alemania) lleva la cuenta de los grandes trozos, los más peligrosos porque pueden no quemarse al caer a tierra. Esta base de datos la mantienen técnicos de la empresa española GMV (Grupo de Mecánica de Vuelo).

Miguel Belló, ingeniero especializado de esta empresa, explica que existen unos 10.000 objetos en órbita de más de 10 centímetros de los cuales varios centenares miden más de un metro. Los más pequeños también resultan peligrosos para las misiones en órbita, como los vuelos del transbordador, por lo que también deben ser vigilados.

Cuando algo va a caer se intensifica la cooperación internacional, como sucedió en 1991 con los restos de la estación espacial soviética Saliut 7 que terminaron cayendo en Argentina aunque también pudieron hacerlo en Mallorca. Todos los países con capacidad de seguimiento hacen sus propias predicciones, que luego tratan de poner en común para alertar a los Gobiernos correspondientes pero no existe una predicción única.

Saber lo que va a pasar con antelación es muy difícil porque las condiciones sumamente variables de la atmósfera en diferentes alturas mandan en la dinámica de lo que cae, explica Belló y hay que hacerla día a día y luego hora a hora. Este técnico cree que en España falta un centro que haga el análisis de riesgo tanto de chatarra espacial como de cuerpos celestes en detalle para el territorio nacional y mantenga informada a Protección Civil como sucede en otros países, para tomar las medidas pertinentes.

Pero además de poner todos los medios para esta alerta pasiva se pueden hacer muchas cosas para evitar la generación de más basura y ahí es donde fallan las normas internacionales, que se limitan a recomendar que no se envíen generadores nucleares al espacio. Los nuevos proyectos, como Rosetta, que visitará un cometa más allá del año 2000, ya están diseñados para no depender de la energía nuclear, al contrario que Cassini, la sonda que partirá para Saturno este año.

La gran cascada

"Hay especialistas", explica Belló, "que han predicho lo que llaman gran cascada a partir de cierta densidad crítica de basura espacial que se alcanzará bastante pronto. Colisiones en cadena entre la chatarra existente generarían muchos más trozos dando lugar a una situación peligrosa".

Una solución para limitar el peligro de la chatarra es designar órbitas cementerio, donde sean enviados los satélites inservibles para permanecer allí centenares de años. Otra solución es el proyecto alemán Teresa, que recogería los grandes objetos que son los más peligrosos según la teoría de la gran cascada. Es un proyecto probablemente utópico por su coste pero atractivo. Un vehículo espacial se unirla mediante un cable a cada trozo de chatarra. El intercambio de energía a través del cable haría que la chatarra pasara a una órbita más baja para destruirse en su entrada en la atmósfera mientras Teresa subiría por otro trozo de basura espacial.

No es el único proyecto original. Científicos rusos, preocupados por los asteroides que pueden llegar a amenazar la Tierra, creen perfectamente viable enviar misiones a neutralizarlos (no sucede lo mismo con los cometas porque pueden aparecer repentinamente o resultar desviados a su paso por Júpiter). Proponen varias soluciones: enviar una nave espacial para que choque contra el cuerpo para desviarlo mínimamente, situar en su superficie algún tipo de pequeño motor para el mismo objetivo, o incluso instalarle una vela solar. Y, finalmente, proponen pintar el asteroide para cambiar su capacidad de reflejar la luz solar y por tanto su órbita.

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