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Tribuna
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Ave y pescado para una campaña de imagen

No hubo carne de vacuno en el menú del almuerzo ofrecido por el Foreign Office a los periodistas. Sólo ave y pescado regado con vino francés. Ante la mesa, los funcionarios de los Ministerios de Exteriores y de Agricultura tomaron la defensa del vacuno británico con brío. Sin negar la gravedad del problema planteado por la epidemia de encefalopatía bovina espongiforme que en los últimos 10 años ha afectado a 160.000 reses de la cabaña nacional, el Gobierno británico considera que, actualmente, no hay razón para prohibir que esta carne llegue a los mercados internacionales. "'Si terceros países fuera de la UE quieren importarla, ¿por qué nos impiden hacerlo?", señala el ministro de Exteriores Malcolm Rifkind. Y no sólo eso, sus subordinados insisten en que se han tomado todas las medidas posibles para asegurar que el vacuno nacional es sano. Cierto que la decisión de 1989 de retirar la médula y espina dorsal de los animales de la cadena humana no se ha cumplido con el rigor debido. Cierto que después de esa fecha se han seguido exportando, pese a estar prohibidas en el mercado interior, harinas animales a terceros países comunitarios. "Pero no con destino a la alimentación de las vacas, sino a los pollos y cerdos", dice un funcionario.

Ante la pregunta de por qué el Reino Unido no aceptó la recomendación comunitaria de sacrificar un elevado número de reses, y cobrar la indemnización, los funcionarios sonríen. "No se trata de tomar decisiones porque sí, tienen que estar científicamente justificadas. No era necesario acabar con la cabaña entera para atajar la epidemia".

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