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Tribuna
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Pongamos que hablamos del país

La cola era de varias vueltas, y algunos habían empezado a guardarla a primera hora de la mañana porque la promesa del cartel bien lo valía; hubo, incluso, quien pagó más dinero de la cuenta por una entrada en reventa. Con esto quiero decir que, en La noche de EL PAÍS, el público fue lo mejor.Público joven, en su gran mayoría, abarrotando los anillos de Las Ventas. Abajo, en la arena, en torno al escenario blanquinegro en el que una gigantesca página de nuestro periódico reflejaba idealmente los sucesos de estos últimos 20 años, estaban los invitados, rostros populares -Pedro Almodóvar, Rossy de Palma, Penélope Cruz, Teo Escamilla, Fernando Savater, Mariano Barroso, Pastora, Vega- y otros menos. Pastora Vega, de amarillo pálido, llegó de las primeras, sin Imanol y sin camionero cubano; pero Almodóvar y Rossy lo hicieron juntos y con retraso, y Barroso, que tiene cara de buen chico, tuvo toda la noche gesto de complacencia.

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Quienes se sentían con voz y con voto, la masa de público, eran de la edad de EL PAÍS, año más o menos, y muchos ni siquiera habían cumplido los 20 que cantó Joan Manuel Serrat, abriendo la noche. "Catalanes al poder", bromeaba Serrat, poco antes, en los camerinos, mientras Charo López, vestida de negro, hablaba con la prensa.

Público juvenil, pues, que respondía con entusiasmo a los estímulos que le lanzaban desde el escenario sus cantantes predilectos, y que agradecía la excelente labor de la orquesta. Menos entusiasmo hubo, como es normal, ante las escenificaciones de actores y bailarines, que rompían el climax, perfectamente logrado, por otra parte, con el ensamblamiento de canciones / noticias. Entre músicas, las intervenciones habladas o recitadas creaban un distanciamiento brechtiano que se compadece mal con el, ambiente de una plaza de toros inflamada de deseos de marcha. En cambio, la gente reaccionaba con entusiasmo a la mezcla país / EL PAÍS / actuaciones, y ovacionaba lo mismo la entrada de Ketama que el discurso de investidura de Suárez, que le daba paso y que hablaba de la normalización de nuestro país. La gente aplaudía la noticia a toda plana de que los españoles ya teníamos Constitución, igual que la interpretación que hacía Loquillo, paralelamente, de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Inmensa pitada a Tejero y tremendo aplauso a Enrique Morente con su personalísima versión de Pongamos que hablo de Madrid. Morente, que captó la sensibilidad nacionalmadrileñista del personal -poco proclive a las intervenciones en lenguas autonómicas-, metió una morcilla propia en la letra, tras cantar la frase "...que me lleven a Graná, donde nací". Y dijo: "Aunque en Madrid hay un lugar para todos", con lo cual la plaza se vino abajo, y salió aclamado como "¡Torero, torero!" La ovación habría podido servir también para honrar la memoria del alcalde Tierno Galván, cuyo entierro glosaba, en imagen, la primera página de este periódico en aquellos momentos.

Los problemas de acústica y de visión que sufrieron los espectadores de los extremos fueron abundantemente coreados con un "¡No se oye, no se ve!" que una de las invitadas, muy puesta ella en temas de actualidad, estuvo confundiendo durante un rato con "¡Ni Perote ni PP!" Mujer, era una noche musical / informativa, pero no tanto.

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