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Oasis electronico

El Sónar 96 reúne en Barcelona a los amantes de la música y estética 'tecno'

¿El rock? Eso es sólo ruido. Lo único que vale la pena es la música electrónica. Es el presente. Mejor todavía: será el futuro". Julián Márquez, melómano del tecno, confirmaba ayer que la Generación X tiene sus propios gustos musicales. Aplatanada en los sofás del Chill out del Sónar 96 -una suerte de área de descanso-, la moderna audien cia del III Festival Internacional de Música Avanzada y Arte Multimedia rendía "merecido culto" a sus compositores. En esta carpa, un oasis electrónico, con el que los amantes. del tecno han soñado toparse alguna vez, los visitantes reponen fuerzas comiendo frutas, bebiendo refrescos vitamínicos y energéticos y escuchando los últimos sonidos de música ambient.Durante todo el día -las jornadas son de 18 horas non stop-, miles de jóvenes seguidores de la nueva estética tecnofreaky -pantalones anchos, camisetas de colores atrevidos, cabelleras teñidas con colores eléctricos, pendientes colgados en lugares impensables, medios de transporte alternativos como el monopatín- deambulan por este comedor virtual en el que se alimentan, vía eólica, de la obra de los artesanos de la abstracción sonora. "Es como si los amantes de la ópera pudiésen ducharse con Plácido Domingo y oírle cantar", comentaba ufano Carlos Blasco, un extremeño que permanecerá en Barcelona hasta el domingo, día en que Sónar 96 cerrará sus puertas.

"Está demostrado que los ritmos del tecno son beneficiosos para la salud". Gisela Bosch, una jovencita barcelonesa metida a especialista músico-sanitaria, repetía ayer su singular teoría a todos los que se acercaban a su tecno-silla.

Mientras, frente a la puerta del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba), una pareja de cuarentones intentaba pasar desapercibida. "Es como vivir en pleno siglo XXI. Todo está, generacionalmente, avanzado", aseveraba Pedro Tort, profesor de instituto.

Las frecuencias sonoras de los ritmos escurridizos y lentificados del Chill out desaparecían dentro del Macba, sede del Sonarmática. En la luminosa sala del museo, decenas de cibernautas navegaban, con el viento a favor, por las redes informáticas manipulando imágenes, sonidos y textos. "Esto es sencillamente alucinante. ¿Para qué aprender a escribir? En las escuelas tendrían que empezar a educar a los niños sólo con programas de CID-Rom", apuntaba uno de los usuarios.

En el vestíbulo del vecino Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) -otra sede del Sónar 96- el público no perdía detalle de la feria discográfica alternativa en la que 25 sellos presentan las últimas novedades de música electrónica. Frente a las casetas, en un frío escenario, compositores y pinchadiscos hacían las delicias de los asistentes mostrando sus habilidades y tocando los mejores temas de su repertorio. "Si no entiendes de tecno, todas las músicas suenan igual. Pero no te engáñes: el jazz y la ópera tampoco tienen nada en común" recordaba Uly Smith, un británico aídicto a los ritmos electrónicos. A su lado, una mujer mayor, abanico en ristre, aseguraba que "pese a haberlo intentado", no podía aguantar más ese "ruido infernal".

Sónar 96, "una plataforma de creación musical con medios tecnologicos" en palabras de sus organizadores, no sólo ha conseguido imponerse en el panorama internacional de la música experimental. Ahora, tres años después de su nacimiento, cuenta con un público fiel, moderno y "tecnológicamente sano", como' les gusta ser definidos. Jóvenes amantes de la tecnología aplicada, eso sí, a sus intereses personales.

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