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LA FRÁGIL PAZ EN ÁFRICA

Angola se columpia en el abismo

La paz que no llega y el capitalismo salvaje han convertido a Luanda en un emporio de corrupción

Alfonso Armada

, ENVIADO ESPECIALLas paradojas angoleñas son dramáticas y no tienen fin. El gobernante Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), antiguo partido marxista de devoción soviética a la africana, se ha convertido en un partero del capitalismo en su versión más salvaje. Basta con recorrer las devastadas calles de Luanda, donde la miseria embota los sentidos, para darse una idea del abismo en el que se columpia Angola. En un 40% del país reina la guerrilla de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA). Financiada en tiempos por la CIA, apoyada por la Suráfrica de los peores años del racismo, aplica una suerte de capitalismo maoísta de la vida rural regado con diamantes. El control policial ahoga el crimen y el desorden: el aroma resultante es el de una máquina militar que busca su lugar al sol del fin del mundo bipolar con un Jonás Savimbi bienamado por las derechas del hemisferio norte.

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Los dos rostros de Angola -ni guerra, ni paz- recalcan la tragedia de los últimos 20 años: desde que el precipitado abandono por parte de Portugal de su joya colonial, en 1975, desencadenara una guerra civil. El país se convirtió en uno de los más atroces teatros de la guerra fría, con los angoleños convertidos en marionetas con las que las superpotencias se mataban de forma interpuesta: sin mancharse ni desangrarse. El nuevo proceso de paz, que intenta cerrar las heridas abiertas por el fracaso de 1992, cuando UNITA rechazó su derrota, volvió a las armas y perdió el paraguas de Washington, se enfrenta a un turbión de sangre: un país completamente devastado, un millón de muertos y 80.000 amputados, con más de trece millones de minas sembradas y por localizar.

Según el último informe de Unicef, Angola encabeza con 320 muertes de cada 1.000 el escalafón mundial de mortalidad infantil. A eso hay que sumar un millón y medio de desplazados y refugiados. Aunque Angola es uno de los pocos países de, África con recursos para su reconstrucción, la lentitud del proceso de paz mantiene el país dividido, sin libertad de circulación, sin comercio y con buena parte de los campos sin cultivar. La cosecha de este año se ha perdido y 1.100.000 personas volverán a necesitar ayuda humanitaria exterior.

Las paradojas se vuelven enseguida sospechosas. Con la integración prevista de 30.000 guerrilleros de UNITA, Angola tendrá el mayor ejército del África subsahariana: más de 160.000 hombres. Mientras, para la mayoría de la población, sobre todo en las grandes ciudades como Luanda, la única preocupación es buscar comida y sobrevivir. A pesar de que la guerra quedó congelada en noviembre de 1994, con los acuerdos de Lusaka, Gobierno y guerrilla siguen comprando armas. Entre el 60% y el 70% de los ingresos del petróleo no pasan por los ministerios ni figuran en ningún sitio, pero un 80% de esos beneficios, prácticamente la única fuente garantizada de dinero con que cuenta el Gobierno, es dedicada a alimentar la maquinaria militar. El 20% restante se puede considerar que se destina a engrasar la corrupción. En Luanda, los extranjeros bromean con la "engrasada confusao ".

La falta de transparencia en los libros oficiales, comenta un extranjero con lustros de experiencia angoleña, es proverbial. Nadie, ni el Fondo Monetario Internacional, conoce el monto exacto de la deuda exterior. El caso vivido en 1994 se reproduce en el triángulo de las Bermudas de las finanzas angoleñas: entonces, de 26 grandes fletes de crudo, Sonangol (la compañía estatal de petróleos) sólo depositó en el Banco Nacional de Angola las tasas correspondientes a seis de ellos. Las consecuencias para el presupuesto fueron devastadoras en Angola. Los encontronazos entre Sonangol, el Ministerio de Finanzas y el Banco Nacional de Angola se resuelven en el Futungo de Belas, la lujosísima y descomunal finca-residencia ultraprotegida del presidente José Eduardo dos Santos, donde al final se toman manu militari las medidas clave. Dos Santos intervino personalmente en la decisión de cuadruplicar la concesión de que disponía la compañía petrolífera estadounidense Coastal Oil, gracias a una contrapartida negociada en Moscú: una importante adquisición de armamento. Washington, repentinamente inquieto por la ética en los negocios, hizo ver al responsable de Coastal Oil -Carl Winberg, que se mueve con soltura por Moscú- que recíbiría escaso respaldo si el Departamento de Justicia se interesaba por sus negocios a dos bandas. Las compañías Amoco, Exxon y Chevron, por su parte, están ampliando sus operaciones en Angola. Una buena razón para que la paz finalmente se imponga.

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