Los sobrinos de Occidente
Los que arriban a América, sea del Norte, del Centro o del Sur, consagran, quiéranlo o no, la visión de la periferia. Cristóbal Colón, a su regreso de América, ya nunca se adaptaría del todo a los patrones europeos de vida. El "mestizaje cultural" o "la cultura de síntesis" es lo que une a todos los latinoamericanos, para bien o para mal. De ahí viene que Jorge Edwards, brillante narrador chileno, titule a los latinoamericanos como "sobrinos de Occidente". E insiste sobre ello al decir que la condición de los latinoamericanos, de todos ellos, consiste en asumir la totalidad de la herencia cultural europea y poder añadirle una amplia capa de experiencias, mitos, sabidurías, imágenes y tradiciones diferentes. Es la conciencia de ser otro y de formar parte de la cultura de Occidente.Antonio Skármeta, poeta entreverado de novelista, en su última entrega, paladea sin parar una serie de espléndidas metáforas, tan caras a los latinoamericanos. Por un poner: lo que no logró el océano Pacífico con su paciencia parecida a la eternidad. Esa cultura del habla de las tertulias, rasgo típico de los latinoamericanos, se va perdiendo en Occidente para agarrarse con plena mudez a los mensajes televisivos, siguiendo las pautas de la "americanización" consumista. Dice el autor que las palabras hay que saborearlas y dejar que se deshagan en la boca. Me empecino con las metáforas de Skármeta: los trenes que conducen al paraíso son siempre locales y se enredan en estaciones húmedas y sofocantes; por contra, sólo son expresos los que viajan al infierno. Esta inclinación del autor hacia el oficio de jefe de estación, tan nerudiana, se interrumpe abruptamente cuando asevera que yo vuelvo al mar envuelto por el cielo.
Ese ser tan indefenso ante los interrogatorios y escarnios del profesor de álgebra admiraba la prosa de Gabriel Miró, Azorín y Ramón Gómez de la Serna. El buen amigo y compañero de letras de Georgie -Borges, para entendernos-, en una segunda etapa, se dedicó a ramonear por la prosa de Joyce y Cocteau, como también por los versos de Apollinaire. A él le gustaban las muchachas Finas y con clase, logrando casarse con una de ellas y, además, porteña: Silvina Ocampo, la hermana de la directora -y propietaria- de la revista Sur, Victoria Ocampo. Este autor, Adolfo Bioy Casares, con estancia familiar en Pardo, confesó, en algún momento de su vida, que pudo haber sido nieto de un general especializado en revoluciones. Al fin le faltó el propósito... pero los caudillos siguen vigentes en América Latina. Basta con aproximarse a la realidad argentina y peruana para confirmarlo.
Un escritor paraguayo se lamenta de escribir historias fingidas, pues las palabras se alejan de uno y se vuelven mentirosas. A propósito del doloroso olor de la memoria dice que la inspiración no es más que sudor de una larga paciencia. Y viene en afirmar que sólo escribo para mí, pues la posteridad no es nada rentable. Este autor, Augusto Roa Bastos, descubrió un buen día que ya no era un hombre del pueblo peregrino, y, dicho esto, la brisa le escarchó los párpados. También descubrió que le rodeaban siluetas oscuras, intemporales: para ellas no existía el tiempo, sólo la inmediata memoria del presente. Tal vez pensaba en el Doctor Francia, arropado por el vaho salobre del viento, donde el calor y la muerte se movían azotados por el mismo viento. Pero ¿qué está sucediendo al norte del río Grande? Una autora norteamericana, Susan Sontag, afirma que vivimos un tiempo cerril de desmemoria. Esto entronca con una frase pronunciada en 1883 por el. poeta Walt Whitman al comentar que la noción de que nuestros Estados Unidos fueron modelados por los británicos es solamente un gran error. Viejos muros de piedra y adobe, las rutas o "trails", las misiones, los fortines y los presidios avalan la teoría contraria. Estos asentamientos de diversa suerte se convirtieron en centros de influencia española, pues afectaron a las pautas del urbanismo, del agro y del comercio. Decir que los españoles llegaron al Nuevo Mundo para hundirlo, mientras que ingleses y franceses lo hicieron para afincarse y desarrollar un comercio honesto, es una popular pero falsa, dicotomía, como afirma el historiador norteamericano David J. Webber.
El contraste del imperio español con el Imperio Británico en América se hace más palpable por cuanto que la política y la práctica españolas hicieron un hueco a los indígenas dentro de la sociedad colonial, incluso en el peldaño más bajo de la escala social. Es más, los misioneros españoles fueron los más dinámicos en transformar y expandir las débiles fronteras norteamericanas, hasta el punto de transformar la economía, la política, las estructuras sociales y familiares de los nativos y sus comunidades, o "pueblos". La hispanofobia es un Mal que arranca de la europea leyenda negra, por motivos no siempre confesables. Y regreso al poeta Walt Whitman, que no tuvo pelos en la lengua cuando señaló que ya va siendo hora de admitir que no se puede encontrar más crueldad, tiranía, superstición y demás cosas afines en el resumen de la historia española que en la correspondiente a la de la historia anglo-normanda.
Gore Vidal recuerda que la historia de su país se forjó a partir de la guerra civil, en el último tercio del siglo pasado. Además, se lamenta de que no se cumplió ninguno de los tratados suscritos con la población indígena, mentiras se intentaba invadir Canadá, se arrebataba el 50% del territorio de México y se "liberaba" a Cuba, Puerto Rico e islas Filipinas. El citado autor confirma que, en el curso de los años, su Gobierno apoyó una amplia gama de dictaduras militares en América Latina, pues no en balde Estados Unidos se creó para proteger la propiedad de una minoría, manteniendo la esclavitud y la matanza de indios.
Con motivo del Congreso Intemacional de Escritores Castellano-Leoneses, Hispanoamericanos y Portugueses, celebrado en Segovia hace más de año y medio, el escritor argentino Abel Posse dictó una ponencia bajo el título El continente cultural iberoamericano, donde se realza la importancia de la cultura continental y el idioma-continente, el español. Tras iniciar la ponencia con una frase sentenciosa -Tordesillas fue el Yalta de la grandeza ibérica-, Posse se adentra por los vericuetos de la historia cultural iberoamericana. Después de siglos se consolida esa unidad cultural, que es la base más sólida de la realidad iberoamericana: "Somos muchas naciones y muchas razas, pero tenemos un idioma y lana cultura continentales". A propósito de los valores y desvalores, afirma que el español comporta una dimensión metafísica, un estilo y una tradición espiritual, así como un discreto sistema de valores. En todo Caso, el idioma español es el de mayor extensión y vitalidad del mundo, casi es su nacionalidad por cuanto es tan importante el peso de sus valores culturales inmanentes. El factor cultural es lugar central y no adjetivo, ya que el mundo se organiza en torno a la dinámica de los factores culturales. Y añade que la literatura trasciende esa mera dimensión estética.
Un rastreador crédulo rilkeano de experiencias nacido en Jerez, en la calle de Caballeros, a orillas del río Guadalete, ha contado su infancia y pubertad en su primer tomo de memorias. Era nieto de Obdulia Ramentol, de Camagüey, Cuba, y su padre fue amigo de Capablanca, el cubano campeón mundial de ajedrez.
1 redactar este primer volumen de memorias, José Manuel Caballero Bonald adquiere la sensación de póstumo: la sedimentación emocionante de los recuerdos, por muy epidérmicos que sean, tiene su aquél para un letraherido responsable y de prosa elegante y sabia. En todo caso, el ramalazo cubano del autor en cuestión -marinero y navegante hasta la médula- lo obliga a leer la obra de Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Herrera y Reissig y Gutiérrez Nájera, y a frecuentar, durante sus estancias en Madrid, las tertulias conformadas en la Asociación Cultural Iberoamericana y en tomo al Colegio Mayor Guadalupe, donde se daban cita los innumerables becarios hispanoamericanos. Este aprendiz de dibujante y consagrado poeta y novelista -al que pirran el jazz y el surrealismo- se encontraba a gusto entre las viejas piedras de la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla y en la Escuela Náutica de Cádiz, ambos rodeados por un paisaje misterioso de sabor colonial, de las Indias. De Cádiz dice que parece un navío fondeado con "olor a ultramar". Y cuando cruza el mar de Sanlúcar de Barrameda en dirección a la otra banda -el coto de Doñana- parece que le resuenan en sus oídos los cantes de ida y vuelta, tan americanos como españoles. Y todo porque el paisaje en que se adentra el autor es un "paisaje cultural", con claros efluvios ultramarinos. Este navegante empedernido visitará, a la postre, casi todos los países de habla española, poniendo en cuestión a sus familiares más insignes que se paseaban por la vida en plan de "acostados".
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