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Las víctimas de la represión argentina condenan el ataque a un ex torturador

Juan Jesús Aznárez

"Lo recagaron a tiros, ¿Todos contentos?", se encaró con la prensa la esposa de Jorge Bergés, médico de la policía encargado de marcar el ritmo de las torturas para hacerlas más dolorosas y ladrón de niños nacidos en cautiverio durante la última dictadura argentina, tras el atentado sufrido por éste el jueves. No todos. Adriana Calvo, que el 15 de abril de 1977 daba a luz en una cárcel clandestina y a gritos era obligada por Bergés a recoger la placenta y, desnuda, a fregar el suelo, no lo está. Ella misma, partidos y asociaciones de derechos humanos condenaron el primer atentado a tiros contra un ex represor, conocido entonces como el doctor Muerte.

Jorge Bergés fue condenado a seis años y medio de cárcel en 1985 como activo participante en sesiones, de tortura y robo de niños alumbrados en cárceles clandestinas. La mayoría de las madres fueron asesinadas y sus hijos entregados a oficiales de las Fuerzas Armadas o Cuerpo de Seguridad con partidas de nacimientos falsificadas. En total, 500 niños. Bergés, designado persona no grata por la municipalidad de Quilmes y rechazada su clínica privada por el Colegio Médico, quedó en libertad en 1987 en virtud de la Ley de Obediencia Debida dictada por el Gobierno de Raúl Alfonsín.

Veinte balas

"Lo recagaron", subrayó su esposa, testigo del atentado de Quilmes, perpetrado a las puertas de su casa con una escopeta de postas y un revólver y de autoría reclamada por un sospechoso grupo: Organización Revolucionaria del Pueblo. Dos establecimientos hospitalarios negaron asistencia al herido argumentando problemas de competencia o la existencia de lesiones no mortales.

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Bergés permanece internado en el Hospital Evita Pueblo, grave, con 20 orificios de bala en brazos, piernas, pulmón y genitales. "¿Es humano eso"?, preguntó su hijo de 21 años mientras la ambulancia era desviada de un centro a otro.

El periodista Jacobo Timerman, retirado ahora en la ciudad uruguaya de Punta del Este, recordó lo atildado de Jorge Bergés en los presidios ilegales de la dictadura: siempre limpio, repeinado con varias toneladas de gomina, tirándole de la lengua cuando le aplicaban descargas eléctricas. "Mientras los demás estaban con capucha, él atormentaba a cara descubierta". Graciela Fernández Meijide, senadora del Frente del País Solidario (FREPASO), centro-izquierda, con un hijo desaparecido, pidió "una condena muy fuerte" del atentado "porque esta sociedad no puede proteger ni alentar la ley del talión".

El abogado Emilio Mignone, con una hija en la lista de 10.000 desaparecidos, afirma que este tipo de venganza privada "tiene su antecedente en la impunidad que protege a los torturadores e impulsa a muchos a creer que la única forma de hacer justicia es por sus propios medios".

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