Herencia: droga y poesía
En primavera, época de conjuntivitis pactadas y depresiones salvajes, suele pensarse mucho en el otoño. Por eso quedó escrito: "Tu ombligo es como taza / de torno, en quien jamás falta bebida". Por eso es fiel costumbre, en las primaverales bodas polacas, que suene el vals más otoñal del orbe: El Danubio azul. Y así volverán pronto los tiempos inestables en que enanitos, ninfas y pastores regresen a tumbarse sobre un inmenso lecho de hojas cobrizas. El desenfreno de las asociaciones caóticas es la espita informal de cada primavera, el descontrol embravecido que luego los alumnos de COU, al verlo hecho escritura comentable, llaman, no sin verdad, "mariguanadas". Pero, con todo, como el Rey de Granada le dijo al Moro, no te acongojes aunque tengas causa, que aquel jefe del SEU, Ortí Bordás, presidirá en otoño el Senado.En el otoño de 1958, André Breton invitó a almorzar a Joan Miró y Octavio Paz a su apartamento de la Rue Fontaine, en París. (Recuerdo ahora el tono divertido del poeta mexicano en un aparte: "¿Cómo se dice? ¿Apartamento o departamento?". Allí, se diga como se diga, en el transcurso del "memorable almuerzo", se habló de pintura y poesía, política y magia. De esta última era muy partidario Breton, al tiempo que reprobaba el uso de drogas ("la visión inducida"); de hecho, al evocar la figura de Antonin Arnaud, le comentó a Paz: "Me conmueven el hombre y el poeta. Por ejemplo, su libro En el país de los tarahumaras es admirable, pero me conturba su testimonio: ¿dónde termina la visión del poeta y comienzan las visiones deleznables de la droga?". Paz estuvo de acuerdo.
Eso no le impidió anotar que, minutos más tarde, Breton había pedido una aspirina porque le dolía un poco la cabeza. Entonces, "con la crueldad de los jóvenes" (se cuida Octavio Paz de precisar), la hija de André Breton, Aube, saltó como una liebre: "¡Qué raro que hayas pedido una aspirina en lugar de llamar a un chamán!". Heredera, al fin y al cabo, del surrealismo, la muchacha manifestó de esta forma. su debilidad por el desheredado Artaud.
He recordado esta anécdota no sólo porque sea primavera, sino porque termino de leer unas declaraciones recientes del otoñal Allen Ginsberg (70 tacos ya), en las cuales habla de la cultura de la droga con parecida íntensidad a la aquí empleada para hablar de la cultura del pacto. Al parecer, una pastilla de éxtasis cambió completamente su vida. Pues resulta que, desde tiempos del colegio, tenía un amigo que era un carca de aúpa, un neofascista, un ser siniestro. Este tipejo había llegado a publicar en una revista un furibundo artículo en el que denunciaba a Kerouac como delincuente juvenil y pésimo escritor. Por ésa y otras razones, Ginsberg no lograba verlo sino con la mirada, del contrario absoluto, del mayor enemigo a su alcance. En pleno subidón pastillero, tuvo la gran revelación: "¡Qué colega tan chachi! Durante años, ha interpretado para mí el papelón de dios de la perversidad, se ha instalado en mi espíritu como un diablillo familiar, me ha servido de blanco, de generoso receptáculo para todos mis impulsos agresivos, para todas mis tormentas espirituales, para todas mis cóleras; me ha ayudado a focalizarlas, a liberarme de la angustia..." Y ahora sigue en sus trece: "¿Pero cómo he podido odiarlo? ¿Cómo no agradecerle los servicios prestados a lo ancho y largo de tantísimos años?" Heredero de su propia leyenda beat, Allen Ginsberg halla en la droga otra prueba más de amor.Lejano de Breton y de Ginsberg, otro poeta, Vladímir Holan, se aferraba con suma delicadeza, desde el otoño, a esta única Herencia primaveral: "Lo que nos dejan los poetas / está siempre maltrecho por el tiempo, / el pecado, el exilio. / El más sincero de ellos, / el más incógnito, sereno, enamorado, / no nos impone nada: ni verdad ni consuelo ni desprecio, / mucho menos impone amor. / Presente, ya está ausente; y Picasso, / al hacer un muñeco de nieve, entendió bien que la inmortalidad del arte está en el tiempo, en el pecado, en el exilio; / que el sol tiene la obligación de rescatar / las lágrimas, las fuentes, los ríos y los mares: / todo en vano".
Babelia
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