¿De que escribe uno?
Después de haber posado Alberti junto a Aznar (o viceversa,. tú), ¡cualquiera sabe ya a estas edades! dicen los lazarillos de la clara mirada, cuando Inocencio X nos ha dejado huérfanos, que la poesía española, además de gozar de un nuevo siglo de oro (¡esto se acaba!) va a volver a ser popular. Habría que facilitarles las cosas, no encabronar al perro con la minifalda, dejar que la alternancia recobrase los nobles sabores de comienzos de siglo todavía sin guerra civilizada, cuando el jamón sabía a jamón y lo otro a lo otro, que Celia Villalobos nos perdone, sin necesidad de tener que acudir al extremo degustador de ese anglofilococo llamado don Antonio Banderas. Sí, señor. En España nunca nos ha faltado poesía de verdad, aunque, merced al esnobismo de las vanguardias, tendemos a olvidarnos de sus mejores hacedores, entre los cuales sería imperdonable no citar el nombre insigne de Vicente Medina, harto admirado y elogiado por Miguel de Unamuno. Ya sólo con los títulos de sus libros consigue que derrame saliva incluso el más estrecho de los lectores: ¡Padre nuestro! (breviario), Patria chica (sentimiento regionalista), En el mundo huérfano (escepticismo), La compañera (poema íntimo), Humo (yo mismo), Sin rumbo (amargo sentir), A la buena de Dios (filosofía ligera), Sed tengo (anhelo del más allá), Palos de ciego (prosa), Heces (del fondo de las cosas)... Séquense.De todo ese caudal, yo bien quisiera (así se dice) entregarle este viernes al lector, a manera de pausa electoral serena, un poema perteneciente a La tirana, librito escrito por "el poeta-abuelo" para celebrar las innumerables gracias de su nieta, la cual allí aparece pintada por la mano realista de Medina Vera (¡donde esté una acuarela!) y hasta fotografiada al lado del vate, de cuyas barbas tira la condenada. Vuélvanse a secar. Porque el poema elegido canta así: "Su brazo abraza mi cuello / como nadie lo abrazó / al mío junto a su rostro/como nadie lo juntó... / mesadas están mis barbas / por las manos de mi amor... / ¡Ay, corazón!". Y luego: "¡Ay los brazos que me abrazan ] como nadie me abrazo!... / Su cabecita y la mía / juntitas están las dos/ y sueñan un mis mo sueño... / ¡un mismo sueno de amort... / ¡Ay, amor / ¡ay, tira na / dulce de mi corazón!". ¿Seguimos? Pues venga, aunque sea pe gando un buen salto ("capullito", "rayitó", "lucerito") y aterrizan do en el final subliminal: "Mesadas están mis bar bas / por las manos de mi amor... / ¡Ay, cora zón, cómo tiras! ... /¡Ay, corazón, me haces daño... / pero qué dulce el dolor! / ¡Ay, tirana mía de mi corazón!". Ay, corazón traicionero, si ahora Medina volviera, ¿quién sería su escudero? En esto que me llega, cuando aún andaba yo entretenido copiando eso, un poema inédito de Gonzalo Rojas, compuesto el día 13 de este mes de febrero en Chillán de Chile, desde donde me cuenta: "Yo no avanzo aunque sigo nadando en el Renegado Torrencial". A mí me gustaría (así se dice) que ese poema, Fascinación 96, !lo quedase sepultado por la limpia ternura del primero. A ver si cabe: "No con semen de eyacular sino con semen de escribir / le digo a la paloma: -ábrete, paloma, y se abre; -recíbeme, y me recibe, erecto / y pertinaz; ahí mismo volamos inacabables hasta más allá del Génesis / setenta veces siete, y así / vaciado el sentido: -Vuestra soy / gime con gemido en su éxtasis, para vos nací, / ¿qué mandáis hacer de mí" Ciego /de su olor, beso entonces un aromaque no olí en mujer: -Guárdame / -irrumpo torrencial- esta leche de dragón / hasta la Resurrección en la tersura de tu figura de piel, clítoris / y más clítoris en el frenesí de la especie. No haya mortaja / entre nosotros". Segunda estrofa: "A lo que la posesa: -Ay, cuerpo,/ quién fuera eternamente cuerpo, tacto / de ti, liturgia / y lascivia de ti y el beso / corriera como huracán y yo fuera el beso / de mujer para aullarte / loba de mí, Puerto / Natales abajo hasta la Artártica, loca / como soy, zumbido del Principio". Y a ver si también cabe la estrofa tercera y última: "De histeria y polvo, amor, / fuimos hechos, uno lee / ocioso en maya, en sánscrito las estrellas; uno, / ¿de qué escribe uno? -"Dínoslo / de una vez Teresa de Ávila, Virginia / Woolf, Emily mía / Bronté de un páramo / a otro, Frida mutilada/ que andas volando por ahí, ¿de qué / escribe uno?". Eso quisiera usted también saber, ¿verdad?
Babelia
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