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REGRESO AL PERIODISMO DE UN PREMIO NOBEL

García Márquez exige rigor a la prensa para combatir el "caos de mentiras y de fantasías"

El escritor explica en talleres para periodistas sus críticas a los medios de comunicación

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"Averiguar la verdad en este caos de mentiras y fantasías en el que vivimos". Ésa debería ser la función de los medios de comunicación y el objetivo de sus periodistas, según Gabriel García Márquez. Alarmado por los derroteros de la prensa, el premio Nobel de Literatura está decidido a hacer la guerra desde dentro mediante talleres prácticos con periodistas. El verbalismo, el agarrotamiento narrativo, la dictadura de la primicia, el servilismo con las fuentes, el atropellamiento temático y el derrumbe ético de los medios de comunicación, en particular los escritos, salen malparados de estos encuentros, en los que el novelista propone ideas, comparte experiencias, discute y cuenta lo que sabe como si estuviera en una reunión de amigos.

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"Todos tienen algo que ocultar"

La última batalla del escritor es que el lector se sienta como si acabara de vivir lo que publican los periódicos., Es la reivindicación del reportaje, que considera "un género literario, el grado máximo del periodismo escrito, además de la única oportunidad de luchar contra la radio y la televisión, contra cuyos grandes titulares no se puede luchar".A ese oficio ha vuelto con su próxima obra, Noticia de un secuestro. Pero al autor de Cien años de soledad le sabe a poco el magisterio a distancia. La Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, que él creó este año, ha organizado 15 talleres prácticos, de los que cuatro han versado sobre el reportaje y han sido dirigidos por García Márquez. El primero y el segundo, en las localidades colombianas de Barranquilla y Cartagena de Indias. El tercero, coorganizado por la Escuela de Periodismo EL PAÍS-Universidad Autónoma de Madrid, fue en septiembre en Miraflores de la Sierra. El Centro Cultural Español de Cartagena, en Cartagena de Indias, albergó este mes de diciembre el cuarto.

El escritor llega a su taller con paso calmo, camisa. amarilla [su color preferido es "el amarillo del mar Caribe a las tres de la tarde visto desde Jamaica"] y ganas de verse las caras con nueve periodistas colombianos, dos italianos y un español, a los que acoge con una confesión vital: "El tesoro de la felicidad y la longevidad es hacer lo que a uno le gusta. Con otras palabras, lo que a uno le da la gana. O, mejor dicho, lo que a uno le sale de los cojones".

Pero inmediatamente relativiza esta proclamación de soberanía con ayuda del escritor argentino Jorge Luis Borges: "Les voy a contar algo que le pasó a Borges. Iba tanteando por la calle cuando se cruzó con un hombre que le dijo emocionado: '¡Usted es Borges!' La respuesta fue: 'A veces".

García Márquez lo es casi siempre. Lo mismo cuando critica con un trasfondo de amargura el periodismo actual que cuando despliega con ojos dubitativos sus argumentos sobre el caso práctico que ha elegido para el taller.

Equilibrio

El escritor llama la atención sobre el hecho de que, cuando la prensa investiga, no se publican dos versiones que coincidan. "Se observa al comparar una noticia en distintos periódicos. Pasa en todos los diarios del mundo, pero por lo visto nadie en estos medios tiene tiempo de comparar y sacar conclusiones".

El equilibrio de¡ reportaje, su justa medida y el tiempo que requiere son problemas con los que el periodista tropieza a menudo y, de hecho, dice García Márquez, "cualquier investigación acaba en Napoleón si se siguen todas las pistas". Un dato llama a otro dato y el reportaje se hace infinito si uno se engolosina y no profundiza en lugar de ampliar.

Uno de los grandes, males de la prensa actual, a su juicio, es que la inmensa mayoría de las noticias quedan incompletas para siempre, acaban sepultadas por otras a los dos días. "No sabemos qué pasó con esto ni qué ha sido de aquello. Podría hacerse el periódico del año siguiente- con la conclusión de las noticias del anterior".

GarcíaÍ Márquez alerta sobre las trampas que en cada esquina esperan al reportero: "Todo periodismo es investigativo por definición. De los ámbitos oficiales sólo se puede obtener algo a partir de las contradicciones. Hay que dudar de todo, desconfiar mucho de las fuentes, y mucho más de una sola fuente. Lo peor del oficio es que somos instrumentos de las fuentes".

Durante la discusión sobre el caso Turra, elegido para el taller, García Márquez deja ver a cada instante su pasión por el dato exacto como punto de partida de la reconstrucción de la realidad: "Tuvieron que hacer... No, no vale para un reportaje. Lo hicieron o no lo hicieron". ¿Se tomó dos o tres cervezas? No. ¿Dos cervezas? ¿Tres?". "¿No vio el cartucho de droga? ¿Pero vio que no estaba o no vio que estuviera?"

Sus rizos de niño y sus bigotes de abuelo se rebelan contra la rutina cuando evoca en tono de confidencia: "Al principio yo trabajaba en la redacción. Cuando todos se iban, me quedaba hasta la madrugada escribiendo mis novelas. Lo hacía en cuartillas de papel de periódico, algo parecido al papel de ordenador de ahora. Eran unos rollos infinitos. Una noche sonó el teléfono cuando estaba solo. Era una persona para decir que el agregado comercial de Japón había muerto. Yo le di el nombre de la periodista encargada de esos temas y le dije que la llamara la mañana siguiente. Pero cuando estaba a punto de colgar, el ángel de la guarda que tenemos los periodistas me hizo preguntarle de qué había muerto.Su respuesta fue: 'Se lo comió un caimán'. Entonces mandé parar las máquinas".

Un reportero al borde de la fuga

García Márquez lo ha dejado bien escrito, pero aún disfruta contando su peripecia como reportero novato, en aquellos días de finales de julio de 1954 en que El Espectador lo envió a Medellín para informar sobre un derrumbe con víctimas mortales que se había producido el 12 de julio. Estuvo a punto de convertirse en un reportero en fuga: "Llegué al hotel, colgué la ropa y me fui a la calle. Pero de repente me invadió un auténtico terror. ¿Qué carajo hacía yo en esa vaina?"El pánico a no. ser capaz de cumplir- su cometido le hizo cambiar de planes y tomar una decisión: "Dejaba El Espectador y no volvía a Bogotá, me largaba a Barranquilla. Así que tomé un taxi para regresar al hotel a, buscar mi equipaje. Pero el taxista me contó que había habido un segundo derrumbe y que muchos muertos eran de, la otra punta de la ciudad. '¿Cómo puedeser?', pregunté extrañado. Resulta que familiares, vecinos y amigos de las víctimas del primer derrumbe habían acudido en su ayuda y, cuando estaban en plena tarea de rescate, se produjo el segundo. Tomé una decisión y dije: `Lléveme usted allá".

"Llegué al lugar, empece a preguntar, a pedir datos y más datos. Había sido una situación casi incontrolable. Incluso algunos aprovecharon la oportunidad para hacerse pasar por muertos y huir de sus problemas. Y todavía recuerdo cómo me explicó un testigo lo sorpresivo del accidente: 'Esta vaina sucedió tan rápido que entre los escombros encontramos un conejo: imagínese".

"Estuve tres días desmenuzando la catástrofe. Cuando me senté a escribir las cuatro entre gas de Balance y reconstrucción de la catástrofe de Antioquia ya era reportero".

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