Miedo al futuro
La imagen de televisión es demoledora: Alain Juppé, en la Asamblea Nacional, grita a la oposición: ¿cuál es la alternativa?; y ante el silencio de sus oponentes dirige la mano hacia la oreja, haciendo la caracola para multiplicar la capacidad del oído, y repite: ¿cuál es la alternativa?Ésta es la cuestión; la necesidad. de reformas del Estado del bienestar en Europa, para hacerlo sobrevivir, es irremediable. A quien corresponde dirigirlas es a la izquierda (pese a Anguita), pues la derecha liberal quiere que se reduzca a la mínima expresión. En la protesta francesa hay mucho de hipocresía en las fuerzas políticas, que están aprovechándose del gran error de Juppé: utilizar la democracia naval (donde hay patrón no manda marinero), no consensuar los cambios y acentuar el despotismo ilustrado de una élite a la que el único déficit que le gusta es el democrático. Pero hay que insistir de nuevo para calibrar lo que de verdad se juega: las medidas de reforma de la Seguridad Social que pretende el Gobierno francés son menores que las del Pacto de Toledo, acordado por todo el espectro político español.
Otra cosa es que la opinión pública, cansada de políticas abstractas y de ajustes macroeconómicos, haya sublimado los intereses particulares de los ferroviarios y de los funcionarios y los haya convertido en intereses generales: de lo que les suceda a ellos depende lo que nos esperará a nosotros. Cuando se llega a esta sensibilidad, la batalla es directamente política.Mientras las huelgas atascaban París, en Bruselas se reunían los ministros de Trabajo y Economía para finalizar el documento sobre el empleo que se debatirá en la cumbre de Madrid del próximo fin de semana; y en Madrid los presidentes de 25 patronales europeas estudiaban la profundidad del paro juvenil. El texto oficial se caracteriza por la mediocridad de sus contenidos; los ministros no han contemplado ni una sola de las propuestas, que, con mayor o menor acierto, están emergiendo en el mundo real. Sólo habrá empleo si hay crecimiento.
Los dirigentes empresariales al menos se descararon: después de asumir que en Europa uno de cada cinco jóvenes está en paro (en España la proporción es, mucho mayor), rechazaron rotundamente el reparto de empleo y la ampliación de la protección social. A los gobiernos les pidieron mayor flexibilidad e incentivos fiscales; pero la flexibilidad ha progresado mucho en los últimos tiempos sin que los puestos de trabajo hayan aparecido en la misma proporción. En cuanto a los incentivos fiscales, causa per plejidad observar que quienes más atacan la maldad intrínseca del déficit fiscal del Estado son los mismos que demandan de modo más permanente la reducción de sus impuestos.
La mejor aportación al débate sobre el empleo ha estado, hace unos días, en una carta al director publicada en EL PAÍS y titulada Estoy asustada: "Soy mujer, soy española, tengo 27 años, soy licenciada en Derecho, tengo un master de muchas horas y otros muchos cursos que me han ido formando y cualificando cada vez para más cosas; tengo un buen nivel de inglés y una demostrable experiencia cuasi profesional, ya que nunca me han hecho un contrato, sino que siempre he trabajado a través de convenios de colaboración para realizar prácticas, incluso sin remunerar. Ahora no tengo empleo, ni prácticas, ni nada; sólo tengo ese perfil profesional que acabo de exponer y que seguramente corresponderá más o menos con el de muchos de los españoles-as de mi edad que, al igual que yo, están en paro; que, al igual que yo, están buscando trabajo; que, al igual que yo, no lo encuentran y que, al igual que yo, están asustados".
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