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El caso que provocó la polémica sobre cuotas femeninas en la UE sigue abierto

Kalanke y Glissman optan aún al mismo puesto de jefe de jardinería en Bremen

En la ciudad-estado alemana de Bremen sigue abierta la disputa legal por el puesto de jefe del departamento de jardinería, entre la, ingeniera Heike Glissmann, de 53 años, y el ingeniero Eckard Kalanke, de 57 años. Han pasado seis semanas tras el fallo del Tribunal Supremo Europeo en Luxemburgo, que estableció la ilegalidad de una discriminación positiva en términos absolutos, a favor de la mujer en el reparto de cargos en la administración pública. A pesar de esa sentencia favorable de Luxemburgo, Kalanke no ha conseguido todavía desbancar de su puesto a Glissmann.

Un tribunal de Bremen fallo esta semana en contra de la so licitud de Kalanke para ocupar de forma inmediata el cargo al frente del departamento de jardinería. Según esa resolución, no hay motivo para tomar una decisión de urgencia y se impone esperar el fallo del tribunal federal de trabajo alemán, que se pronunciará el próximo marzo."Vencedor en Luxemburgo, derrotado en Bremen". Con este titular resumía el pasado miércoles el periódico local Weser-Kurier la situación de los dos contendientes. La lucha continúa, las espadas siguen en alto. Kalanke ha anunciado a EL PAÍS su intención de recurrir contra el fallo del tribunal de Btemen e intentar ocupar el puesto al que considera tiene derecho, tras la sentencia de la suprema instancia judicial europea en Luxemburgo.Glissmann sigue al frente del departamento, con Kalanke de subordinado, puerta con puerta. La ingeniera dirige un departamento encargado de los parques y jardines de la ciudad y a sus órdenes hay tres hombres y dos mujeres. Declara Glissmann que hasta ahora la sentencia de Luxemburgo no ha tenido ninguna consecuencia, pero se espera la decisión del tribunal federal, ante el que está prevista una audiencia pública en Kassel el próximo 9 de marzo.Los días en torno al pasado 18 de octubre, cuando el fallo de Luxemburgo, fueron según Glismann "turbulentos", pero ahora la situación se tranquilizó y ya ha decaído el interés de los medios de comunicación. La atmósfera de trabajo se normalizó, porque en definitiva "tenemos que trabajar unos con otros". No obstante, en tono objetivo, reconoce Glissmann: "El señor Kalanke siempre acentúa en las reuniones que él quiere ocupar el puesto que considera vacante". Expresa después Glissmann su satisfacción por haber dado un paso adelante en el contencioso: "Eso es positivo". Añade la ingeniera que "tras la sentencia de Luxemburgo, la atmósfera se distendió y todo fue más relajado. Antes había mucha incertidumbre y excitación".Considera Glissmann que los hombres cierran con más fuerza las filas entre ellos y las mujeres "reaccionan de forma más bien emocional". Las mujeres que trabajan en otros departamentos de la administración no hicieron ningún tipo de manifestación de simpatía con la ingeniera, que se considera una persona "incómoda y que exige rendimiento".Reconoce Glissmann que ella también utiliza a veces los codos para abrirse paso y "probablemente por esto no soy muy querida". Añade que en los, pisos altos, donde se encuentran los puestos de mando, "a los hombres les gustaría estar ellos solos entre sí". Se pronuncia Glissmann en contra de que los años de servicio decidan sobre los ascensos, en vez de la calificación profesional: "Siempre estaré en contra".

Kalanke califica de expectante el ambiente y dice que los colegas reaccionaron con división de opiniones, "unos con simpatía y otros de forma negativa". La sentencia de Luxemburgo se tomó como un hecho y hubo bastantes mujeres que no se expresaron de forma negativa.

La esposa del ingeniero, Anita, opina que los colegas de su marido se mantienen al margen y no están del todo informados. Las diferencias, añade, existen y existían; en definitiva "la mujer sigue en el puesto". El ingeniero Kalanke concluye: "Yo continúo con una actitud abierta ante la feminidad".

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