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El 'dolor' tardío de Pinochet por sus víctimas

El ex dictador dice en su 80º cumpleaños que repetiría el golpe

Tres veces debió soplar el general Augusto Pinochet para apagar la única vela de su tarta de cumpleaños en la fiesta ante 1.800 invitados con que el ex dictador culminó en la madrugada de ayer tres días de celebraciones por sus 80 años. El sábado, un avión sobrevoló la capital con una pancarta dedicada al hombre bajo cuyo régimen más de 3.000 personas fueron muertas en la represión. Decía: "Primeros 80 años. Felicidades, tata" (como llaman cariñosamente a los abuelos en Chile). Mientras, en el centro de Santiago, fueron detenidos dos manifestantes que participaban en una marcha contra el homenajeado. Llevaban una pancarta que decía: "Los muertos no celebran".

Un triple anillo de seguridad, integrado por militares, carabineros y agentes de seguridad, qué incluyó dos tanquetas, rodeó la Casa de Piedra, el lugar de la fiesta.

Cada participante era cuidadosamente registrado. Quienes festejaron al ex dicta dor, los empresarios, militares y políticos de la derecha pinochetista -los líderes de la derecha renovada no concurrieron-, pagaron el equivalente a 150 dólares (unas 18.000 pesetas) por asistir, más que el sueldo mínimo de un chileno. En otras 19 ciudades se repitió la misma celebración.

El discurso del general fue retransmitido por pantallas gigantes de televisión para que lo vieran en todas las ciudades. El comité organizador del cumpleaños estima que unas 20.000 personas participaron en la celebración, sin incluir los casi 100.000 soldados que brindaron el sábado por el jefe del Ejército en los cuarteles de las Fuerzas Armadas.Los fondos recaudados en las cenas cimentarán la Fundación Presidente Augusto Pinochet, destinada a becar a los hijos de los militares que accedan a la Universidad.A la fiesta, digna de un emperador, llegó con su uniforme blanco de gala, mientras su esposa, Lucía Hiriart, vistió de negro. Se sentó a la mesa principal y el locutor leyó los saludos que le enviaron líderes conservadores de diferentes países: Margaret Thatcher, Gerald Ford, Jesse Helms y Joáo Figueiredo, entre otros.Recibió dos regalos: un vídeo con los principales momentos de su vida y el libro Augusto Pinochet: una visión del hombre, escrito por tres periodistas para la ocasión.

Su discurso tuvo un tono moderado. Fue una reivindicación del Gobierno militar y no cumplió las expectativas de quienes temían -o deseaban- una proclamación grandilocuente. Tal vez consciente de que a los 80 años hay que pensar en qué dirá después la historia, Pinochet, por primera vez, tuvo una frase do conmiseración hacia las víctimas de su régimen: "Me duelen también las pérdidas de vidas de nuestros adversarios de esos años".

Insuficiente como gesto, pero propicia para sus defensores, la frase quedó, sin embargo, matizada por otra, que arrancó la mayor ovación en la cena: "Si se repitiera la historia volvería a hacer lo que he hecho, y con iguales intenciones". A los siete minutos de comenzado cercanías, que no causó daños.Pinochet, que ha llenado el escenario político desde el golpe militar de 1973, cuando derrocó al ex presidente Salvador Allende, constituye una figura compleja para los analistas. Mundialmente conocido por la brutalidad de la represión contra sus opositores, encabezó durante su régimen las reformas de mercado que, con un elevado coste social, permitieron después, al llegar la estabilidad de la democracia, que Chile tenga la economía de mayor crecimiento en América Latina.Personalista, ambicioso y despiadado, con sus hijos acusados de corrupción y abuso de poder, ha permanecido en democracia como el bastión de la defensa de la impunidad de quienes violaron los derechos humanos. La condena y posterior entrada en la cárcel este año de sus ex jefes de espionaje Manuel Contreras y Pedro Espinoza por el asesinato del ex ministro socialista Orlando Letelier, ha sido una señal de declive de su poder.

Su salida del Ejército, que deberá anunciar en 1997, es la señal que muchos esperan para dar por concluida la transición en Chile.

La fastuosa celebración del general fue criticada por partidos de centro e izquierda y contrastó con el modesto cumpleaños, rodeado por familiares y amigos, del ex presidente Aylwin, que ayer celebró sus 77 años.

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