Un símbolo mágico
El cheque escolar se ha convertido en un símbolo casi mágico para los defensores de la libertad de enseñanza. Ventajas: evitar la penalización por doble pago a los ciudadanos que, aportados sus impuestos, prefieren un centro no estatal; garantizar la mejor asignación de recursos, al permitir que las preferencias del ciudadano decidan a qué centros se destinarán fondos públicos.Dos problemas no deben ser olvidados. Uno técnico, nada despreciable en un país que no ha logrado que su censo electoral funcione y donde el fraude parece endémico: la burocracia necesaria para mantener el sistema podría anular el intento de "menos Estado" que lo anima.
Añádase un relevante problema político. Con los recursos disponibles, ¿cabe pasar, sin fases transitorias, a un sistema que brinde fondos públicos a los que acuden a colegios de élite, añadiendo tanto o más de su bolsillo? Resulta llamativo que no se hayan planteado iniciativas intermedias, que eviten la paradoja del actual modelo socialista, que canta a la escuela pública pero mantiene un sistema dualista, con centros de mayor calidad a los que sólo tiene acceso quien se lo puede pagar (hijos de altos cargos incluídos...)
Ofrecer becas a los alumnos capaces que, sin disponer de recursos, quieren acudir a un centro de mayor calidad, supondría también menos desembolso que la beca indiscriminada que el cheque escolar lleva consigo.
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