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Tribuna:AULA LIBRE
Tribuna
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El reto de las escuelas de música

La reciente aparición de un libro-informe sobre las escuelas de música en Europa, editado por la Asociación Europea de Escuelas de Música (EMU), ha vuelto a poner de manifiesto la vitalidad y empuje de un sector pedagógico que ha encontrado en España más incomprensión de lo previsible, bien porque el Ministerio de Educación no ha sabido explicar con la suficiente claridad el alcance del proyecto, bien por resistencias corporativistas. La confusión ha llegado al extremo de la apropiación del nombre de escuelas de música por academias privadas de instrumentistas, lejos del espíritu e intenciones de la LOGSE.¿Qué se entiende entonces en Europa por escuelas de música? De acuerdo con la propia EMU, "las escuelas de música son instituciones para niños, jóvenes y adultos que ofrecen, además de enseñanza teórica, vocal e instrumental, la posibilidad de tocar y cantar juntos en agrupaciones diversas. En estas instituciones, los alumnos que poseen las necesarias capacidades y el interés correspondiente podrán prepararse para el acceso a los estudios profesionales".

Las escuelas de música se sitúan, pues, en el marco de la formación musical no profesional y están abiertas a toda la sociedad. Buscan el placer y el conocimiento de la música por ella misma, y no en función de un título. Su oferta es más amplia que la de los conservatorios elementales, aliviando a éstos de su evidente masificación. El espacio que ocupan no impide la posibilidad de acceso posterior a conservatorios de grado medio o superior cuando los alumnos opten por la profesión. Pero lo más importante es su función de integración entre música y sociedad, no a través de sectores minoritarios y cerrados, sino desde las mismas raíces de la formación educativa.

Hay que dejar bien claro que las escuelas de música no son un invento del Ministerio de Educación. En Europa son el soporte básico de la educación musical. Un total de 5.192 escuelas, con 114.991 profesores y 3.269.747 alumnos, son datos suficientemente elocuentes. En Alemania, por ejemplo, la primera escuela de música data de 1923, ascendiendo su número en la actualidad a 978, con 759.000 alumnos. Y en países más pequeños, como Noruega, existen más de 300, todas ellas de vinculación municipal, para una población que no llega a los cinco millones.

En España es pionera la escuela L'Arc, en Barcelona, con 27 años de funcionamiento a sus espaldas. Su herencia ha sido recogida en Cataluña por un núcleo de municipios perteneciente a la Asociación Catalana de Escuelas de Música con sede en Santa Perpètua de Mogoda. En Salamanca hay varias poblaciones, como Peñaranda de Bracamonte, Guijuelo, Béjar, Alba de Tormes y la propia capital, que han apostado fuerte por esta iniciativa. Y, en fin, desde la isla de La Palma hasta Arenas de San Pedro o Tres Cantos hay ejemplos suficientes de una efervescencia. En España hay en la actualidad 148 escuelas de música del modelo afín a la LOGSE, con 41.370 alumnos, un número inferior al de otros países europeos, pero al menos exponente de un camino irreversible. Cataluña y el País Vasco han impulsado su desarrollo facilitando la transformación de los conservatorios elementales en escuelas de música.

Las relaciones entre música y movimiento, el trabajo colectivo de voces o de instrumentos, la formación de grupos, son algunas de las actividades fundamentales de las escuelas de música. Por lo que trae consigo de normalización de la presencia de la música en la sociedad, no creo exagerado afirmar que se trata del proyecto más decisivo y hasta revolucionario que ha surgido en España en mucho tiempo alrededor de la música. ¿Conseguirá nuestro país abandonar de una vez por todas su sordera crónica?

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