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43 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Jaime de Armiñán decepciona con su filme 'El palomo cojo', una ilustración vacía

Siguen sin aparecer películas destacables en la recta final de la competición

Tampoco fue ayer el día. Restan por proyectar sólo dos filmes de la selección oficial y no ha aparecido aún el mirlo blanco. Lo que ayer vimos fue, eso sí, un palomo muy cojo, el que se trajo Jaime, de Armiñán en forma de película, El palomo cojo, que lo tenía todo para resultar interesante. Pues ni' con eso. Tampoco apuntó demasiado Minjing gushi, de Ning Ying, trabajosa, estirada metáfora sobre, la China de hoy a la que, empero, hay que reconocerle su voluntad de critica a la burocracia poscomunista que Ying sólo entiende; como Gutiérrez Alea, bajo el prisma de la sátira.

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María Barranco

Un caserón andaluz poblado de fantasmas, una familia de ricos bodegueros excéntricos, un niño enfermizo que vive el despertar de la homosexualidad, una criada dicharachera y turbadora. Estos elementos, materia prima no muy lejana, por cierto, a la que recrea Truman Capote en Otras voces, otros ámbitos, su mejor novela, constituyen la carne de un filme que, paradójicamente, fracasa en donde menos debiera, en el guión que le da sentido y en una puesta en escena que parece pensada antes para la televisión que para la gran pantalla.El primer problema que atenaza a El palomo cojo es la opción que adopta Armiñán sobre el punto de vista de la narración: quién narra, con qué mirada, para contar qué. El director-guionista opta por la dispersión y la coralidad cuando lo que tal vez mejor hubiese ido al asunto era la contemplación desde los ojos del niño. Cierto, para eso hubiesen sido necesarias dos premisas fundamentales: una, un buen actor infantil -no lo tiene- que aguantase el envite. Dos, una puesta en escena de raíz poética, atenta a los detalles más sutiles, bordeando lo onírico y alejada por completo del realismo a machamartillo que finalmente exhibe el filme. ¿Es Armiñán capaz de una proeza así?

Hay en El palomo cojo una perentoriedad por terminar pronto, un escaso gusto por la composición del encuadre, la sospecha de que el director cree que con dejar el argumento en manos de sus experimentados actores es suficiente. Y no lo es. Resulta sangrante ver cómo una profesional como Carmen Maura sucumbe víctima de lo poco que su. personaje tiene para agarrarse. Es bien cierto que Rabal y sobre todo Barranco bordan los suyos, pero no es por casualidad: son los suyos los únicos mínimamente construidos: a ellos hay que agradecer que el filme no se derrumbe literalmente al cuarto de hora de su proyección.

Por su parte, Ning Ying, ganadora hace dos años del premio Euskal Media con su extraordinana opera prima, Zhao Le (Por diversión), dio a conocer lo que hizo con los más de 30 millones de pesetas que recibió entonces para realizar su siguiente película. Es ésta, De patrulla, pues una exótica coproducción entre China y Euskadi, y la verdad que sus logros, que alguno tiene, se quedan por debajo de lo esperado. La película, centrada en las más bien absurdas peripecias de los agentes de una comisaría de Beffing, intenta ante todo poner en imágenes la estupidez y el dogmatismo de libro de los guardianes del orden. Pero, salvo algún momento muy logrado, de antología del disparate, el filme se resiente de lo estirado de las situaciones y del hecho, que muy pronto queda en evidencia, de cuáles son las intenciones de la directora, que no avanza ni un milímetro más allá de lo que plantea en las primeras secuencias.

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