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43 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Dos películas con ramalazos de buen cine mantienen el interés de la selección oficial

'Gimlet', segundo filme español a concurso, un intento fallido de 'thriller' psicológico

My family, producción de la Zoetrope de Francis Coppola dirigida por Gregory Nava y anunciada a priori como uno de los platos fuertes de la programación a concurso, se mete en los meandros de una densa saga que abarca 60 años de historia para trazar un retrato de familia entre el cariño y el respeto por la memoria chicana, en un filme que hace de la narración torrencial su principal punto de interés. La segunda película del día fue Schlafes Bruder (Hermano del sueño) del alemán Joseph Vilsmaier, una trama monumental y poderosamente atractiva que en otras manos hubiese dado lugar a una obra maestra, pero que el director de Stalingrado malogra por su desaforado gusto por la grandilocuencia.

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No se puede negar que la querencia de Gregory Nava está junto a los suyos, en la exploración de las constantes culturales que su rica tradición familiar -tiene antepasados vascos y es hijo de mexicanos, aunque nació en San Diego- le proporciona gratuitamente. Si ya en El Norte hablaba de ellas, y si en La fuerza del destino centraba toda la acción en una familia de vascos emigrados a Estados Unidos, ahora con My family da un paso más en lo que puede ser considerado como el intento más constante por ofrecer, desde el seno de la industria, una imagen diferente y en contraste con la que el cine americano habitualmente da de los chicanos.Nada de lo que es propio del cine familiar falta en este filme: el centro de la acción es la casa paterna, las ceremonias -bodas, entierros- dan lugar al reencuentro entre los múltiples y muy variados miembros del clan de Juan Sánchez, un hombre que salió en 1927 de Michoacán pensando que en dos días podría llegar a Los Angeles, y tardó un año en recorrer a pie el larguísimo trayecto. Las peripecias familiares las cuenta uno de los hijos. Paco, aspirante a escritor y casi ausente de las vicisitudes que cuenta, e incluyen de todo, como en la vida misma: la historia del hermano Pachuco, un pandillero muerto por la policía; el trauma de otro hermano menor, que vio morir al pandillero; el paradójico destino de una hermana monja y varias cosas más,

Hay en la narración un tono de distanciamiento irónico que no se contradice con el amor por lo narración, incluso por la narración en. sí misma, por sus formas. No escapa el filme, no obstante, a algunos de los lugares comunes que el cine americano explota cuando se acerca al universo de los mexican-americans: las pandillas, los duelos a cuchillo, la música como elemento de identificación cultural. Y a pesar de que en la historia hay suficientes elementos para establecer una visión reflexiva o autocrítica de la cultura recibida, Nava no se permite la crítica de la institución familiar, que aparece revestida de un carácter casi místico. No obstante My family se erige, junto con No hablarán de nosotras cuando hayamos muerto, en un filme a tener en cuenta en el palmarés final.

'Hermano del sueño'

No ocurre lo mismo con Hermano del sueño, y de ello hay que echar toda la culpa a su director. El filme tiene puntos de interés, como una primorosa reconstrucción de las formas de vida campesina en la Baviera de la primera mitad del siglo XIX, e incluso una historia, la de un niño nacido del adulterio de su madre con el cura del lugar que, como el protagonista de la novela El perfume, de Peter Süskind, tiene anormalmente agudizado uno de sus sentidos, en este caso, el oído. Organista autodidacta y genial, el niño choca con todos los impedimentos a que su medio lo condena, y que el filme ilustra con rigor extraordinario. Pero Vilsmaier, que ya en Stalingrado había mostrado su peligrosa propensión al exceso, arruina la función con una puesta en escena enfática que anula incluso una banda de sonido -no musical- de las, más impresionantes de los últimos tiempos.Del segundo filme español a concurso, Gimlet, de José Luis Acosta, poco hay que decir como no sea que su s pretensiones son altas -nada menos que mantener la atención durante hora y media con el acoso de un maniaco a una bella mujer (Ángela Molina), y sin que se vierta mucha sangre en el asunto- pero que su materia narrativa se agota pronto, lo que da lugar a una serie de recursos de mal guionista que lastran el resultado final y que hacen inviable un final que el director pretende arriesgado, y a este cronista simplemente fallido. Dicho sea esto sin negar, por otra parte, que Acosta exhibe maneras firmes en lo que hace a su oficio como director, lo que permite augurar una continuación prometedora en su carrera. Finalmente, también ayer se dio a conocer el fallo de los directores de fotografía españoles, reunidos en la AEC, que otorgó a título póstumo el premio a la mejor fotografía del año a Manuel Rojas por su trabajo en el filme Canción de cuna, de José Luis Garci.

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