Con el detector de metales en la tormenta

Según las autoridades de Castilla y León, el perfil del expoliador de arte y de yacimientos arqueológicos es el de un individuo que se mueve muy fácilmente en el mundo del arte. Además, puede haber dos tipos de expoliador: el profesional, al que le encargan piezas de determinados yacimientos e iglesias, y el aficionado. Este último, en muchos casos, es tan ignorante que por dinero pega una patada a una puerta y, sin saber lo que se lleva, trata de venderlo por una cantidad en muchos casos ínfima en cualquier mercadillo de provincias o Madrid.

Ese expoliador aficionado y casi siempre dominguero, suele estar provisto de un detector de metales que utiliza especialmente los días de tormenta, jornadas que, a juicio de los especialistas, es cuando afloran en mayor medida los restos arqueológicos, que en muchas ocasiones suelen ser monedas, pequeñas joyas.

Para evitar el deterioro de los yacimientos arqueológicos, Castilla y León aprobó el pasado año un decreto por el que se regula el uso de los sofisticados detectores y se advierte que además de necesitar el correspondiente permiso para su utilización, todos los objetos que se localicen pertenecen al dominio público y han de ser entregados a la Consejería de Cultura de la comunidad autónoma.