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La creatividad escénica inunda Edimburgo

El conflicto bosnio, el sexo y el sida, entre los aspectos más tratados del festival

ENVIADA ESPECIAL El sexo unido a la amenaza y repercusiones del sida es un tema muy explorados entre los 1.237 espectáculos deI Fringe, el festival alternativo de Edimburgo. Las estadísticas confirman también que William Shakespeare, John Cargill Thompson, Stephen Berkoff, Harold Pinter y Václav Havel se encuentran entre los primeros puestos de los autores dramáticos cuya obra se da a conocer en Edimburgo. Los problemas internacionales rara vez se ignoran y en la presente edición varios grupos concentran su oferta en el conflicto bosnio.

Destaca entre ellos la compañía escocesa Fifth Estate, que presenta la obra de teatro Playing Sarajevo (Interpretando Sarajevo). El guión retoma la polémica que surgió hace dos años con la producción en Sarajevo, de Esperando a Godot. A esta iniciativa de la escritora Susan Sontag siguió una propuesta para nombrar Sarajevo como capital cultural de Europa. El proyecto fracasó tras el veto de los Gobiernos de Francia, Alemania y Reino Unido. El motivo de su oposición -los recursos culturales no son prioridad en Bosnia- vuelve a investigarse en el texto que el autor y actor británico Allan Sharpe presenta estos días en Edimburgo.

Playing Sarajevo investiga ambos lados del argumento, las necesidades espirituales y corporales, a través de una serie de personajes que viven en una situación extrema. El escenario del centro Netherbow se convierte en un destartalado teatro que las autoridades militares quieren utilizar como hospital. El riesgo de la muerte provoca denuncias y antagonismos. Y, a medida que transcurre la acción, la obra pone de manifiesto los dilemas morales y las elecciones prácticas a las que se enfrenta toda persona sujeta al sufrimiento de una guerra.Amplísima oferta

Playing Sarajevo es una de las obras interesantes programadas en el Fringe, que extiende su amplísima oferta por locales diversos de Edimburgo. En las calles de la ciudad, los grupos tratan de llamar la atención. Al sonido de una campanilla bailan unas muñecas de macabras expresiones. Las maneja un grupo de japoneses del Teatro de los Ciudadanos de Matsudo, de Tokio, en la calle principal de Edimburgo. De repente, uno de los actores mira sorprendido a la acera opuesta. Un músico escocés les hace la competencia. A pocos metros, dos ingleses, con trajes de época victoriana, reparten panfletos sobre su espectáculo teatral: La tempestad, de Shakespeare. Varios transeúntes se resisten a cogerlos, empachados quizás por el colosal menú artístico del festival alternativo escocés de las artes escénicas.

"La publicidad y promoción es fundamental para darse a conocer en Edimburgo. Hay que montar pequeños números gratuitos con la esperanza de que el público pagará más tarde por ver el espectáculo completo", explica Marceline Kahn, de la compañía catalana Marceline i Sylvestre.

Cada mañana, Marceline Kahn atiende las solicitudes de la prensa y televisión mientras sus dos compañeros, Sylvestre Ventura y Tomeu Gomila, entretienen al público. Repiten por las calles números de su espectáculo cómico Rapsodia en clown, que presentan en el teatro Pleasance hasta el 2 de septiembre. Saben que la excentricidad y originalidad puede hacerles sobresalir entre los 611 grupos de la 49ª edición del Fringe.

El debú de Marceline i Sylvestre en Edimburgo, la única compañía española del festival, ha sido posible gracias al apoyo de los empresarios del teatro Pleasance. Ellos pagaron la cuota de admisión, unas 80.000 pesetas, y los costes de alquiler del local donde el trío montará 23 espectáculos. Así y todo, la experiencia ha supuesto una inversión cercana al millón de pesetas.

Marceline Kahn se queja de la falta de apoyo de las instituciones catalanas y españolas. "No hay interés por los grupos pequeños e independientes. Me resultó imposible encontrar un solo patrocinador en Cataluña", insiste la comediante.Los protagonistas de La tempestad, Paul Gillingwater y Andrew Dickens, pusieron en escena 37 obras de Shakespeare en un récord de tres días, en Porstmouth, su ciudad natal. Fue una estrategia comercial enfocada a recaudar las 3.000 libras (unas 600.000 pesetas) que su compañía inglesa necesitaba para viajar a Edimburgo.

Dickens, de 26 años, es un ingeniero electrónico de la Marina británica. Ahora se ha tomado tres semanas de vacaciones para interpretar esta obra de Shakespeare, el autor clásico más solicitado por los grupos del Fringe. "Es una vía de escape a la lógica. Me ayuda a relajarme", explica sobre su primera experiencia en Edimburgo.

Es posible que el debú de ambas compañías concluya en un saldo negativo, pero sus respectivos miembros no se arrepienten de participar en el festival. "Nos han advertido que la audiencia se cultiva año tras año. Se acaba de publicar nuestra primera crítica en la prensa y la BBC nos ha filmado para su programa del festival. Esto motivará al público", señala Marceline Kahn.

Pero además del aficionado, empresarios y agentes se citan en Edimburgo y con ellos la posibilidad de contrataciones. El Fringe está abierto a todos los estilos y motivos artísticos. La organización del encuentro no ejercita la censura, como tampoco colabora económicamente en los gastos de producción, traslado, alojamiento y alquiler de locales.

Cada año, las compañías reciben tres manuales editados por el Fringe con ideas operativas y, sugerencias de promoción que pueden garantizar el éxito internacional de una obra. Sin embargo, la destreza técnica y creativa queda a cargo de los profesionales del teatro.

El desnudo de las reinas del trapecio

Provocan con expresiones sensuales e intimidan con movimientos eróticos. Pero también se aprovechan de la publicidad desleal para ganarse una mayor clientela. El cartel de promoción enseña a una joven, desnuda de pies a cabeza, columpiándose en el aire. Sus protagonistas, el cuarteto australiano Club Swing, son expertas equilibristas, pero, en su espectáculo de Edimburgo, conservaron cada prenda de su vestuario.La controversia surgió antes de la puesta en escena de Appetite en una antigua iglesia escocesa. "Es una desgracia de unas mentes sucias", criticó la concejal del Partido Conservador Moira Mox. El promotor de la compañía, Douglas Hunter, reconoce que esta intervención oficial ayuda en la venta de localidades. En la segunda semana del festival, Club Swing encabeza la lista semanal de grandes éxitos del Fringe.

En Appetite (Apetito), las cuatro artistas combinan comida y sexo en una serie ininterrumpida de ejercicios equilibristas. Tan pronto montan un seudo-orgasmo en el trapecio como se intercambian pedazos de fruta con movimientos seductores. Pero también se arriesgan: no hay cuerda de seguridad al representar en el aire los ejercicios más complicados.

En su fusión del cabaret y del circo, la audiencia olvida pronto que Club Swing ha prometido desnudos en su publicidad.

Y las cuatro protagonistas se hacen con una audiencia diversa a través de un espectáculo abiertamente lésbico. Su creatividad, elegancia y destreza profesional superan la polémica simplista del esrcándalo moral.

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