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Tribuna
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¡La pera limonera!

Es aplicable a la cuestión del agua el viejo retruécano madrileño. Entonces en los Madriles se esculpía al hablar, como lo inmortalizó Arniches, y no se convertían las "eses" en "jotas" ni "haches", cual las pronuncian nuestros políticoj estremenoj y andaluseh. Lo del agua en España es ¡la pera!Bien sé que en estos cuatro últimos años no ha llovido como solía. Pero también sé que en España no falta agua, sino que está mál repartida; que la ensuciamos con vertidos ciudadanos e industriales, y con abonos agrícolas; y que, corremos peligro de un en frentamiento con Portugal por el agua que fluye en los cauces del Duero, el Tajo y el Guadiana. Muchos de esos problemas podrían ser aliviados por la utilización de un viejo mecanismo social: el precio.

Pese a que hemos hablado de agua hasta quedarnos con la boca seca, dos cosas no son sabidas: que el agua en España es gratuita y que el 85% del agua de España la usa la agricultura (y no cuento la lluvia que cae sobre el campo).

"Pero, ¿cómo?", me dirán ustedes, "si pago mi cuenta de agua cada dos meses, y es un pico, sobre todo si soy de Barcelona". Es cierto que los municipios y las empresas concesionanas cobran el agua empleada en las poblaciones y en las industrias. Pero ni a los municipios, ni a las comunidades de regantes les cobra nadie el agua: les cargarán la parte alícuota de embalses tuberías, bombas, pero no el agua misma.

La Ley de Aguas de 1985, tan progresista ella, decidió que como el agua es escasa, la hacía pública; y pública y regalo del cielo que es, la hacía gratuita. Si obtengo una concesión para ex traerarena de un cauce público, tengo que pagar un canon si la concesión es para extraer agua, no tengo que pagar nada. Es como si por el petróleo no pagáramos sino los gastos de exploracion, perforación, conducción y refino, pero el descubridor del pozo no pudiera cobrar nada por el negro y oloroso elemento. Digo yo que, si el agua es escasa, debe tener precio.

El agua recogida en España se emplea sobre todo en la agricultura. No lo creerán ustedes, pero en la parte seca de Cáceres, en Trujillo, se cultiva arroz. Los regadíos de Extremadura abundan tanto en pera limonera que ésta se vende a peseta y se echa a los venados. Los olivareros de Jaén claman por darle un riego a los olivos, que siempre han sido cultivo de secano, sin importarles que sobre aceite de oliva en los silos de la Comunidad Europea. Los agricultores españoles ya no trabajan por lo que les puedan dar en el mercado, sino por lo que les da sin más la Unión Europea.

Si los organismos de Cuenca cobrasen el agua que abstraen los ayuntamientos y los agricultores, por el líquido, no las obras y conducciones, todos andaríamos con más cuidado en su utilización. El precio podría aumentar cuando hubiera peligro de agotamiento o salinización de las capas freáticas. En el caso de un transvase, los beneficiados comprarían sus derechos de extracción a los agricultores y municipios de la cuenca cedente, que se los venderían sin protestar si el precio fuera bueno. (¡Ojo! que no se quede el dinero el señor Bono.)

Una política sensata del precio del agua nos vendría de perillas.

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