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Tribuna
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¿Para esto hemos echo una guerra?

Las buenas anécdotas históricas acaban siendo mejoradas con el transcurso del tiempo y cada vez que se cuentan se perfeccionan en sus matices. Creo que fue el falangista Sancho Dávila, apareciendo con todo el aspecto impresionante que le daba el correaje y el uniforme oficial, quien por vez primera provocó sarcasmos sobre la guerra civil que había sido necesario provocar para auparle a tal apariencia externa. Luego, desde 1939, hemos ido contemplando una sucesión de ex combatientes que no admitían la más leve ironía sobre sus servicios prestados y que los querían cobrar contantes y sonantes en el más corto espacio de tiempo posible.La última reencarnación del ex combatiente resulta toda una sorpresa. Ha bastado que Martín Villa haga una propuesta simplemente sensata sobre la forma de regirse las Cajas de Ahorro o que Ruiz-Gallardón nombre independientes en su Gobierno para que ambos hayan sido sometidos a juicios de residencia en los Tribunales Populares de los medios de comunicación. Ni siquiera se ha tenido en cuenta que uno de los motivos de la caída del sistema político italiano fue el dominio de los partidos sobre las Cajas o que una norma de cortesía habitual obliga a conceder cien días hasta empezar a Juzgar la labor de un Ejecutivo. El nuevo ex combatiente dispone, a su servicio, del autoconvencimiento de un Blas Piñar y de la petulancia de matón que tan bien escenificaba Girón. Después de trece años -nos viene a decir- hay que dejarse de bromas y darle la vuelta a la -tortilla como Dios manda.

Uno estaría dispuesto a admitir los planteamientos del ex combatiente de no ser porque percibe en ellos graves interrogantes. Conviene que nos los aclaren cuanto antes, ahora además que -reducido el PSOE a una especie de pasiva pulpa gelatinosa de la cual no se sabe cuántas desvergüenzas quedan por aparecer- toca el poder con las yemas de los dedos una oposición en que conviene saber qué papel le corresponde a ese enfervorizado ex combatiente.

Acláresei, en primer lugar, quién expende los certificados de adhesión. En su tiempo, se sabía dónde estaban las oficinas y, además, si se trataba de algo más que de una pura formalidad. Ahora, en cambio, parece que hay que pasar por la humillación sucesiva de todo un coro de inspectores que actúa desde diversas tribunas, pero con unanimidad maravillosa. Determínese, en segunda instancia, a partir de qué momento la adhesión inquebrantable puede ser merecedora de vestir la camisa vieja de los triunfadores porque, de momento, se perciben demasiados candidatos a ella que en 1982 tuvieron la responsabilidad de programas informativos de TVE o un opíparo cargo cultural. Miguel Maura, a la hora de nombrar gobernadores civiles en 1931, descubrió que había republicanos "uterinos" porque lo habían sido sus padres. ¿No hay ahora, también, demasiado "uteririo" deseoso de aparecer con méritos propios para descartar los ajenos? Señálese, en fin, quiénes están listos para el servicio y el sacrificio. Serrano Suñer, en sus memorias, cuenta que Arrese exhibió ante él estos dos términos y, "de repente, me dí cuenta que quería ser gobernador civil". Hay quien quiere desplazar a un gran periodista independiente, pero no osa siquiera descubrir que su deseo es ser nombrado él mismo.

El espectáculo sería grotesco de no existir un fondo que merece una reflexión detenida. De Maistre decía que quería lo contrario a una revolución y no una revolución al contrario. Hoy, lo que, sin duda, los españoles desean no es la misma hegemonía prepotente de los últimos años, pero administrada por otros, sino lo radicalmente opuesta a ella, es decir, una mayoría respetuosa de la minoría, dispuesta a oír y no a mandar y a optar por los mejores y no por los más adictos. Lo que todos necesitamos es, en definitiva, una general elevación del nivel de calidad de nuestras instituciones democráticas y no un ajuste de cuentas administrado por una secta. Para todo eso -lo realmente interesante- de muy escasa utilidad resulta esta nueva y curiosa Hermandad de Ex Combatientes que nos ha surgido.

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