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Viejos carteles, nuevas mafias

Antonio Caño

La detención de Gilberto Rodríguez Orejuela puede probablemente poner fin a los grandes carteles de la droga tal como eran conocidos en los años ochenta, pero eso no significa que con ello termine también el tráfico ilegal de narcóticos. Este último se mueve con arreglo a las leyes de la oferta y la demanda, y la demanda no sólo se mantiene, sino que ha aumentado en Estados Unidos en los últimos anos. Thomas Constantine, el jefe de la Agencia para la Lucha contra las Drogas (DEA), declaró que la captura de Rodríguez Orejuela es "el principio del fin de la mafia de Cal¡". Otras destacadas figuras de ese cartel quedan todavía en libertad, entre ellas el hermano del detenido, Miguel Rodríguez Orejuela, y José Santacruz Londoño.

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El cartel de Cali no es una organización monolítica que desaparece al caer su jefe máximo. Rodríguez Orejuela es el más poderoso narcotraficante de ese grupo, pero quedan otros muchos que operan por separado y, en los últimos meses, se han sumado nuevos y más Jóvenes delincuentes que actúan con más audacia y violencia.

Los expertos pronostican que quizá esté ya superada la fase en que todos esos narcotraficantes actúen de forma coordinada y dentro de una especie de familia, como eran los carteles de Medellín y de Cali. Pero el narcotráfico puede adquirir otras formas, puede practicarse mediante organizaciones menores, pero también menos detectables y más difíciles de combatir.

Colombia ha hecho un gran sacrificio, al desarticular en Medellín y Cali grupos criminales que habían mantenido en jaque a la sociedad colombiana, pero que también habían contribuido al auge de esas dos localidades y a la estabilidad económica del país latinoamericano. SI, después de ese esfuerzo, el narcotráfico sigue creciendo, tanto Colombia como Estados Unidos tendrán que buscar otras vías. para combatirlo, entre ellas su legalización.

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