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Una salud de papel

Juan Cruz

Un día inventarán el libro que se lee a sí mismo. Ya creó la industria norteamericana el libro que se mueve, y al que no hay que tocar para leer, luego ha aparecido el libro que se oye (usted toca un punto en la página y escucha el sonido de lo que pasa) y desde hace mucho es un lugar común en la industria el libro que se vende con las páginas en blanco: el autor tiene una idea, se la expresa a su editor o a su agente, y éstos la venden a precio de oro, con cubierta incluida, sin que el artista hubiera escrito aún una sola palabra de la obra cuya apariencia ya circula.La American Booksellers Association (ABA), la feria de los libreros y editores norteamericanos que se abrió el sábado en Chicago, es el acontecimiento anual en el que se demuestra que el libro es una circunstancia, aunque sea esencial: en este show monumental lo que importa es el envoltorio, y de esto trata esta feria anual que concentra a cerca de 50.000 editores, libreros, agentes literarios y distribuidores de todo el mundo, que durante tres días recorren, asombrados y frenéticos, los stands de cerca de 2.000 compañías, grandes o pequeñas, que resumen con su presencia que Guttenberg y las nuevas tecnologías no libran una lucha a muerte, sino que más bien ya parecen compadres.

Es un show en el que todos tienen su sitio. Las nuevas tecnologías se abren paso arrolladoramente en la industria editorial, y su incursión tiene ese efecto destacado en la feria, pero el libro tradicional muestra una salud de hierro, o al menos una salud de papel; está cada vez mejor hecho y se diría que huele como antes. Lo que hacen los editores y libreros norteamericanos que publican y venden libros que son como siempre es convertir éstos en un espectáculo cambiante, desde sus cubiertas a su envoltorio comercial, porque de lo que se trata en ABA es de demostrar nuevas formas de venderlos, de modo que es aquí donde ese marketing se contrasta y se consolida, así que ahora en Chicago se podrá saber el éxito que ha de tener en otoño o dentro de un año una obra literaria aún no escrita del todo o una enciclopedia que todavía se está coloreando. Y los empujones que esa obra recibe aquí son múltiples. El librero no ve en esta feria únicamente el libro, sino todo el material con que los editores van a inundarles, en una especie de publicidad, incesante, multimedia y frenética en medio de la cual el libro -y sus autores- parecen protagonistas de papel que resisten gracias a las toneladas de plástico y sonido con que se arropan las ideas, singulares o tópicas, que siempre han sostenido las obras de arte.

Es, sobre todo, un show, y así está montado. Por él desfilan personajes de la política. que anuncian sus libros también a ver qué pasa, como Hillary Clinton, la esposa del presidente, que lanza la idea de su próxima obra aún sin título, que trata de las lecciones que nos dan los niños y a que parece a que será una reflexión sobre este mundo fragmentado y belicoso; o como Newt Gingrich, el líder parlamentario norteamericano, que acopia sus ideas conservadoras en un volumen aún en blanco, que previsiblemente titulará Para renovar la civilización americana; o como escritores de la literatura más pura posible, como Martin Amis o Sue Grafton, además del italiano Umberto Eco, a quien sus editores norteamericanos han traído este año para lanzar su obra La isla del día anterior, a la que han hecho protagonista de uno de los 300 shows con autor que tiene esta feria. Además de éstos, desfilan por el ABA otros escritores improbables, que han hecho su cara en otros espectáculos, pero que insisten en la literatura, como Peter Ustinov o Nancy Sinatra.

El espectáculo procede también de la realidad, y sobre todo de la realidad del cine. O. J. Simpson, el futbolista (de fultbol norteamericano) juzgado por el presunto asesinato de su mujer, es el protagonista de numerosos libros instantáneos, que se venden como cucuruchos de palomitas de maíz, que es a lo que constantemente huele Chicago, e incluso de un libro con sus propias palabras (Lo que te quiero decir), aunque el cine, y en especial lo que acaba de salir, como Los puentes de Madison County de Robert James Waller, llevada al cine por Clint Eastwood y Meryl Streep, sigue contribuyendo de modo decisivo en Estados Unidos a la vitalidad comercial aunque sea instantánea, de los libros. En ese ámbito, la manía gump, inspirada en la película Forrest Gump, que tanto éxito tuvo en los oscars últimos, se constituye en un símbolo de un encuentro en la tercera fase, donde el espectáculo del cine y el espectáculo del libro se dan la mano para oler a la vez a papel y a celuloide. Y en Chicago, también a palomitas de maíz.

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