TAHAR BEN JELLOUN Anacronismo ibérico
La España moderna y democrática no tiene casi secretos para los marroquíes del norte. Sin parabólica, con una pequeña antena bien instalada, reciben los diferentes canales de la televisión española. Algunos están incluso abonados a Canal Plus y afirman que ven poco el canal público marroquí.Imaginen la reacción de una familia de pescadores de Tánger que ve la manifestación de pescadores españoles en protesta contra las exigencias que Marruecos quisiera aplicar a Europa, que sigue esquilmando el pescado de las aguas territoriales marroquíes. De hecho, a los marroquíes, preocupados por preservar sus recursos pesqueros, les gustaría reducir el volumen de capturas de los barcos europeos entre un 30% y un 65% en un periodo de tres años.
Es un deseo legítimo e importante.
Los españoles no entienden que un país soberano e independiente defienda sus intereses con el rigor y la firmeza de que España hace gala cuando negocia la venta de sus productos en Europa o en otra parte. Las diversas cadenas de la televisión española concedieron la palabra a armadores encolerizados que afirmaron alto y claro que "España tiene un derecho histórico sobre las aguas territoriales de Marruecos". No hubo ninguna persona sensata para recordarles que este derecho no existe, que el tiempo de las colonias ya ha pasado y que si España ocupó el Sáhara occidental, un territorio marroquí, era sobre todo para poder pescar con toda impunidad en el Atlántico. Hoy, las exportaciones marroquíes que transitan por España se ven amenazadas por un bloqueo, por no hablar de la manera en que son tratados a menudo los emigrantes magrebíes que atraviesan España.
Esta familla marroquí que ve la televisión española no entiende tampoco cómo un país democrático con un Gobierno socialista puede seguir pretendiendo que Ceuta y Melilla, dos ciudades marroquíes, pertenecen a su territorio, y les aplique un estatuto de autonomía, permaneciendo así fiel a una decisión de Isabel la Fanática, másconocida por el nombre de Isabel la Católica (1451-1504). Ella había dicho que "España debía siempre garantizar una presencia militar en tierras infieles".
Independientemente del régimen que estuviera en el poder, esta voluntad integrista se ha respetado siempre. Sin embargo, no estamos en la Edad Media ni en el imperio colonial. El anacronismo histórico y político no molesta aparentemente ni a la derecha reformadora, ni a la izquierda progresista, excepto a Izquierda Unida. En términos generales, la derecha y la izquierda españolas tienen la misma posición cuando se trata de Marruecos. Esto demuestra lo insoportable que les resulta esta vecindad.
Al mismo tiempo, este país lucha por recuperar Gibraltar y se ofusca cuando un responsable marroquí recuerda que la ocupación de estas dos ciudades desde el siglo XV es ilegal yanacrónica. El derecho de los españoles a recuperar el peñón de Gibraltar es el mismo que invocan los marroquíes cuando reivindican Ceuta y Melilla. Es una lógica sencilla. Pero Marruecos sigue percibiéndose como una antigua colonia, cuyos derechos son necesariamente limitados.
De hecho, España es una democracia que no consigue recuperarse del retraso que sufre con respecto a los demás países europeos. No ha cortado del todo el cordón umbilical con el colonialismo. Ya no es una potencia colonial. Por más que mire hacia el Norte, sigue siendo un país del Sur que tiene como vecino al Magreb y a Portugal. Se diría que le avergüenza pertenecer a este sur.
Se toma en serio su rivalidad con Marruecos y levanta barreras para impedir que sus productos, sobre todo los cítricos, lleguen a los mercados europeos. Fomenta, como quien no quiere la cosa, el contrabando entre Ceuta y el resto de Marruecos. Los comerciantes se deshacen de sus mercancías echadas a perder y hasta falsifican la fecha de caducidad. La prensa marroquí no deja de denunciar estas prácticas y alerta a la opinión pública sobre los peligros que se corren al consumir estos productos importados ilegalmente de España. Algunos empresarios han llevado la competencia hasta el extremo de falsificar productos marroquíes. Así, el mercado del norte del país se ha visto inundado por las pastas Tria, fabricadas normalmente en Marruecos. Las de España son una imitación y son más baratas al haber entrado en Marruecos sin pagar derechos de aduana.
Ceuta se ha convertido en un inmenso cuartel donde el Gobierno de Madrid acumula una parte de su armamento. Acaba de instalar allí carros de combate alemanes. ¡Nunca se sabe!
A través de la crisis de la pesca y de la desinformación que practican ciertos medios de comunicación, asistimos a una de las ilustraciones de la relación desigual que mantiene el Norte con el Sur. El Mediterráneo está lejos de ser un remanso de paz. En él abundan los conflictos, la violencia y las injusticias.
Marruecos defiende sus intereses exactamente igual que cualquier otro país europeo. Es eso lo que algunos europeos no acaban de admitir. Es cuestión de tiempo y de aprendizaje.
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