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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Máximo daño al mínimo coste

QUINCE DÍAS después del inicio de la huelga de los médicos del Insalud no estamos igual que entonces. Estamos mucho peor. El procesó negociador se encuentra paralizado y sin perspectivas inmediatas de desbloqueo. Y se debe en gran parte a la estrategia obstruccionista adoptada por las organizaciones profesionales convocantes del paro. A la vista de cómo transcurre el conflicto hay se rios indicios de mala fe.. Los métodos de rotación puestos en marcha en la mayoría de los hospitales parecen ideados justamente para provocar el máximo daño a los pacientes con el mínimo perjuicio para el salario de los propios médicos. Para paralizar un quirófano no es necesario que se declaren en huelga los distintos especialistas: basta con que lo haga el anestesista, o el cirujano, etcétera. De esta forma el efecto es el mismo, pero el daño en la nómina de cada uno es mucho menor. Cada día que se prolonga la huelga pierden los médicos la parte de razón que los ciudadanos (y contribuyentes) podrían reconocerles en aspectos como la retribución, la falta de expectativas profesionales o su marginación de la gestión de los hospitales. Y sin un mínimo de identificación con sus fines por parte de los pacientes, la huelga médica está condenada al fracaso, a dilatar la frustración de la profesión e incrementar los recelos de la sociedad hacia la misma. Menos mal que la huelga de tres días de los médicos internos y residentes (MIR) convocada para hoy ha sido finalmente aplazada. Por mucho que las razones de los MIR sean otras, hubiera sido imposible que los ciudadanos de. este país no sospechasen de esta coincidencia de huelgas en los hospitales españoles.

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La huelga de médicos obliga a los hospitales a desviar pacientes

Los médicos del Insalud, como la mayoría de los funcionarios, han perdido poder adquisitivo en los últimos años por efecto de la congelación salarial establecida para el sector público en 1993 y 1994. Fue una congelación coherente con la situación de un sector público cuyo déficit se había disparado y condicionaba las posibilidades de recuperación económica. La pérdida de poder adquisitivo fue reconocida por la Administración, que presupuestó una partida destinada a compensar con aumentos retributivos las mejoras en la productividad del sector. Se trataba, sobre todo, de lograr una prolongación del horario de asistencia hasta las cinco de la tarde: un objetivo cuya oportunidad es difícilmetente discutible dadas las largas listas de espera para intervenciones quirúrgicas y consultas especializadas.

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Las organizaciones convocantes no han querido ni oír hablar de esto. Y han planteado un objetivo que cualquier persona razonable sabe imposible, como es la subida lineal de 100. 000 pesetas para todos los médicos del Insalud sin ninguna contrapartida. Lo máximo que han cedido hasta ahora es que esa subida sea de 30.000 pesetas para este año, con compromisos similares para los dos ejercicios próximos, y siempre sin poner de su parte ni siquiera un cambio de horarios.

Ceder a las exigencias de los médicos equivaldría a abandonar toda posibilidad de reducir el déficit público y abriría la espita para una escalada salarial generalizada en todo el sector público. ¿]Por qué subir el salario de los médicos y no el de los catedráticos o el de los jueces o el de los abogados del Estado? El mismo agravio comparativo que han esgrimido un tanto artificialmente los médicos del territorio administrado por el Insalud para pedir su equiparación salarial con los facultativos de Cataluña o el País Vasco sería invocado sin duda inmediatamente por otros colectivo! de la Administración pública. Sólo en situaciones extremas es legítimo el recurso a la huelga por parte de los médicos, y aun en esos casos es, muy discutible darle un carácter indefinido. Los efectos de la penosa huelga de 1987 tardaron un año en ser absorbidos por el sistema sanitario. La dinámica creada ahora es altamente explosiva. Los representantes de los huelguistas han ido modificando su argumentación para rechazar toda propuesta que implique: contrapartidas suyas. Al ciudadano de a pie le resulta difícil entender la cerrazón de los médicos ante la propuesta de ligar las mejoras salariales a horarios que permitan un mejor aprovechamiento de las instalaciones hospitalarias. Es como si los catedráticos que dan sus clases por la tarde -lo que permitió en su día duplicar la capacidad real de las aulas-exigieran un horario exclusivamente matinal. En todo caso, los médicos no pueden ver cumplidas sus demandas si no hacen concesiones. Porque el Estado no puede financiarlas. Difícilmente la sociedad olvidará este levantamiento corporativo que sufren los ciudadanos más débiles, los enfermos.

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