La verdad del poeta
Mario Vargas Llosa es el décimo escritor hispanoamericano que obtiene el Premio Cervantes, que se le concedió con claridad, sin penosas componendas, como la que llevó en 1979 a otorgárselo compartido a Jorge Luis Borges y a Gerardo Diego, un poco para hacerle perdonar a Borges algunos gestos poco afortunados con las dictaduras del Cono Sur. La calidad de Vargas Llosa evita cualquier comparación con alguna otra decisión no muy feliz, a la que no salvó ni el probable feminismo que pudo alentarla.La obra novelesca del autor de La ciudad y los perros está por encima de la imagen polémica que del personaje ha podido suscitar su evolución ideológica, desde el marxismo al liberalismo ortodoxo. La trayectoria de Vargas Llosa ha sido apasionada y apasionante: de Sartre a Camus, de Marx a Karl Popper. Los tres espléndidos tomos de Contra viento y marea reflejan este itinerario, donde el escritor ha dejado el testimonio de su enorme honradez intelectual y, asimismo, de su sensibilidad alerta a todas las grandes corrientes intelectuales de nuestro tiempo.Pero si los dioses ideológiqos de Vargas Llosa han cambiado, sus dioses literarios, por ventura, han seguido siendo los mismos, si acaso más numerosos. Bajo el amparo de esas deidades literarias (Balzac, Flaubert y Faulkner, entre ellas) el novelista, suplantador de Dios, decida convicto y confeso, crea un nuevo cosmos suficiente y verdadero. Verdadero con la verdad de la palabra pero también con la verdad de la historia. Una buena parte de su obra, la más destacada, ha consistido en esa búsqueda de la verdad del poeta, que ha de ser, al cabo, la misma verdad histórica. El mito edípico es así una de las grandes categorías estructurantes de este universo. Por su conducto Zavalita conoce la verdad desoladora en Conversación en la Catedral, el narrador comprueba en Historia de Mayta el hundimiento de los sueños revolucionarios, la quiebra de las utopías, y conocemos qué suplantaciones se ocultan tras un asesinato atroz (¿Quién mató a Palomino Molero?).
La densidad y el rigor de este universo narrativo exceden otras cuestiones. Antes y después del liberalismo, Vargas Llosa ha rendido inestimables servicios a la novela en lengua española y a la causa de la dignidad de los hombres, pues pocas obras han atacado como lo ha hecho ésta el militarismo, el autoritarismo, la intolerancia, los fraudes de la historia. En 1967 Vargas Llosa proclamaba que la razón del escritor "es la protesta, la contradicción y la crítica"; hoy sigue defendiendo lo mismo y, sobre todo, practicándolo.
Babelia
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