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Hiroshima; preguntas sin respuesta

Estados Unidos está en medio de una serie de actos conmemorativos del 500 aniversario de fechas importantes de las últimas fases de la II Guerra Mundial. Una de esas fechas es, por supuesto, la correspondiente a la primera vez que se utilizó la bomba atómica, el 6 de agosto de 1945. Pero ese aniversario en particular ha sido objeto, con siete meses de antelación, de un amargo debate público en torno a los datos históricos preparados por The Smithsonian Institution de Washington para montar una exposición del Enola Gay, el avión que dejó caer la bomba sobre Hiroshima.El material explicativo demostraba que los historiadores han ofrecido interpretaciones muy diversas en el transcurso del último medio siglo. La. interpretación ortodoxa, cuasi oficial, afirma que el uso de la bomba fue necesario para obligar a los japoneses a rendirse. Recalca los recursos estratégicos que le quedaban a Japón, el fanatismo de los mandos militares, ilustrado por la feroz resistencia en Okinawa y por los ataques kamikazes suicidas contra los barcos aliados; y calcula que 229.000 vidas norteamericanas se salvaron por el hecho de que nunca se hiciera necesario invadir las islas japonesas.

El argumento revisionista, que resumo de una serie de artículos publicados recientemente en The International Herald Tribune, afirma que Japón ya estaba muy debilitado y que estaba buscando la paz mediante sondeos diplomáticos en capitales neutrales. También reduce a 63.000 el número estimado de muertes estadounidenses en caso de invasión. Afirma, sin emitir juicio alguno, que se podían haber considerado otros objetivos en lugar de estas ciudades tan densamente pobladas. E incluye entre los motivos para lanzar la bomba el deseo de impresionar a los rusos, a los que ya se consideraba en algunas instancias como el enemigo futuro a intimidar.

La versión revisionista suscitó protestas inmediatas y poderosas por parte de las organizaciones de veteranos de guerra norteamericanos. Reducir la cifra estimada de bajas se consideró una forma indirecta de cuestionar tanto la necesidad de la bomba como la potencial actuación militar y, por tanto, el heroísmo y el sacrificio de sangre de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial. La discusión de los usos posibles que podrían haber reducido el número de bajas civiles japonesas se refutó con recordatorios farisaicos de las. terribles atrocidades cometidas por los japoneses en China, Filipinas, etcétera.

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En vista de las fuertes protestas de los veteranos, el Smithsonian dio marcha atrás (por no decir que fracasó). Tras cinco intentos fallidos de apaciguar a sus críticos con versiones revisadas del material histórico, decidió eliminar toda la parte narrativa y exhibir simplemente parte del fuselaje del Enola Gay, sin explicaciones que lo acompañaran. Presentó sus disculpas por su falta de sensibilidad inintencionada hacia los sentimientos de aquellos compatriotas norteamericanos que lucharon contra los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.

En mi opinión, toda la polémica elude las. cuestiones políticas y morales fundamentales que plantea el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. El debate se desarrolló como si las únicas cuestiones importantes fueran si los bombardeos fueron realmente necesarios para terminar la guerra, si la decisión incluía el deseo de intimidar a Rusia y cuántos miles de, vidas de marineros y soldados norteamericanos se salvaron. 1 Nada sobre si el asesinato consciente de miles de civiles es jamás un acto de guerra legítimo; o si el criterio invariable de rendición incondicional es la mejor manera de terminar una guerra e iniciar las futuras relaciones con el enemigo derrotado.

Desde junio de 1945, los aliados sabían, gracias a mensajes descodificados, que el Ministerio de Asuntos Exteriores japonés consideraba que la guerra estaba perdida y estaba intentando establecer, a través de Moscú (que en esa época seguía siendo neutral), una mediación que permitiera algo menos que una "rendición incondicional". Por tanto, no hay nada "revisionista", nada que sea objetivamente dudoso en la afirmación de que Japón buscaba la paz al menos dos meses antes de que se lanzaran las bombas. Las memorias de James F. Byrnes, secretario de Estado del presidente Truman, dejan claro también que él y otros estaban pensando en el efecto psicológico que causaría en los soviéticos. Por tanto, no existe un interrogante real sobre la existencia de un motivo secundario para el uso de la bomba atómica.

Pero la cuestión, poco debatida e inmensamente importante, es por qué se lanzaron las bombas, con sólo tres días de diferencia, sobre dos ciudades densamente pobladas. Ni Franklin Roosevelt, que murió en abril de 1945, ni el presidente Truman, y sus gabinetes, consideraron jamás no utilizar la bomba. La cuestión para ellos se limitaba a la elección de los objetivos, el momento y los resultados esperados. Existían fuertes dudas entre la comunidad científica, pero no entre las altas jerarquías militares y políticas. De ahí que 150 fisicos de la Universidad de Chicago, que habían participado en los tres años de desarrollo de la bomba, realizaran un sondeo entre ellos en junio de 1945, y las respuestas indicaron que 100 de ellos deseaban que se hiciera un bombardeo de prueba en el mar antes de dejar caer la bomba atómica sobre zonas habitadas. Estos hombres y mujeres eran una muestra de las únicas personas que estaban. en situación de saber realmente lo que la bomba haria, pero, por supuesto, éste no fue un "sondeo de la opinión pública" a publicar en parte Alguna,: y se mantenía a los científicos claramente separados de las tomas de decisiones.

La cuestión que he tenido en la mente durante 50 años, y confío que en las mentes de los varios miles de estudiantes que estudiaron conmigo entre 1952 y 1983, es por qué esa arma catastrófica se utilizó dos veces sobre ciudades densamente Pobladas, con un intervalo demasiado breve para dar lugar a una respuesta japonesa definitiva. Podría aceptar de forma realista el hecho de que una simple advertencia a los japoneses, incluso demostrando su potencia sobre el océano, podríano ser suficiente. También puedo aceptar el hecho de que en el ambiente justificadamente amargo de la época, considerando las atrocidades combinadas de la Alemania nazi y el Japón imperial, los aliados no estaban de humor para una rendición negociada (aunque creo que esa insistencia fue, de hecho, un gran error con ambos enemigos).

Pero nunca he sido capaz de entender por qué la primera bomba no pudo lanzarse sobre. una base militar aislada en donde la capacidad de devastación física hubiera quedado igualmente clara, pero donde las bajas se hubieran contado por docenas o centenares en lugar de por decenas de miles, y hubieran sido en su mayoría de militares y no de civiles. Y nunca he comprendido el intervalo de tres días, cuando cualquier persona cuerda sabe que los Gobiernos necesitan más de tres días para tomar decisiones críticas sobre un fenómeno sin precedentes. A finales de los cuarenta leí todas las explicaciones que ofrecieron y hubo cantidad de interrogaciones públicas en esa época, en contra de la impresión que da la actual avalancha de artículos antirrevisionistas- anteriores miembros del Gabinete, mandos militares y/ o sus portavoces. Jamás vi entonces, ni ahora, una respuesta razonable a estas cuestiones.

Gabriel Jackson es historiador.

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