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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El drama de Centroamérica

LOS AÑOS setenta y buena parte de los ochenta han sido para América Central los tiempos de la guerra civil, de la guerrilla contra el poder, de la insurrección contra la injusticia, la miseria y la discriminación. Credos salvacionistas de muy diversa envoltura marxista se doblaban sin cesar de revuelta campesina, indígena, en una sarracina generalizada que expresaba la más profunda de las frustraciones sociales.Los noventa deberían ser, idealmente, los de la reconstrucción, más justificada si cabe por la liquidación de fondos de diversos baúles de la historia. Pero están siendo, en cambio, los de una desagregación aún más profunda, los restos de un múltiple naufragio, el recuelo sangriento de una o varias generaciones de guerras sin cuartel.

El Salvador -que esta semana visitaba el presidente González, junto con Honduras y Nicaragua- se ve hoy convertido en una especie de trasunto del salvaje Oeste, donde las armas hablan ahora en nombre de la delincuencia más incontrolable, con un saldo diario de muertos que deja pequeños los partes de una guerra no tan antigua. Nicaragua, otro grave convaleciente de guerras y guerrillas en cadena (del sandinismo contra el somocismo, de la Contra frentre el sandinismo, de todos contra sí mismos), es hoy una democracia en situación de absoluta ruina económica y social., Guatemala, que aún tiene pendiente de solución una guerrilla con más de veinte años de antigüedad, hace el papel de activa retaguardia siempre para batallas propias o ajenas, como se ha visto en la revuelta zapatista del Estado mexicano de Chiapas. Honduras vive sumida en la pobreza y la permanente irritación fronteriza con sus vecinos salvadoreños. Panamá, en fin, no ha conseguido todavía cerrar del todo las heridas. de la invasión norteamericana que depuso y secuestró al dictador y traficante Manuel Noriega. Sólo Costa Rica, a la que el presidente Figueres libró en 1948 de todo ejército, sigue constituyendo una figura de excepción que confirma una sangrienta regla.

Salvo de nuevo en Costa Rica, donde predominó una demografía criolla, los restantes Estados de la zona vinieron al mundo con un grado de integración insignificante de las mayorías indias y en menor medida de la aportación africana. Comparado con todos estos países, el México del PRI y de la revolución de 1910 ha sido un modelo de construcción nacional.

Cuando hablamos del Tercer Mundo de raíz más o menos hispánica, olvidamos con frecuencia ese tercer mundo dentro del Tercer Mundo, los pobres de los pobres, para los que el Estado-nación no ha sido más que una entelequia o, peor, un instrumento para la explotación y la iniquidad raciales. Si España, y por extensión la Unión Europea, se hallan alguna vez en condiciones, si poseen los recursos, y reúnen la voluntad política de volver a América Latina, harán bien en recordar que esa América es la que más nos necesita.

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