La Berlinale propone la figura de Buster Keaton como signo de identidad del cine
Deficiente inicio del concurso con un filme chino y otro italiano
ENVIADO ESPECIAL. Eleanor, viuda del gran Buster Keaton, fue nombrada ayer por los organizadores de la Berlinale huésped de honor de este festival. Es ésta -si se tiene en cuenta el disparate chino titulado Regreso a las raíces, que abrió la competición, y la insuficien cia del telefilme (más que una película a secas) italiano Golpe de luna, que completó la programación de la primera jornada- la única noticia de relieve, sobre todo si se tiene en cuenta que la viuda del genial cineasta ha traído consigo la obra completa de su marido, cuya proyección transforma por sí sola el tedio reinante en una inolvidable fiesta.
En una conferencia de prensa celebrada la tarde de ayer en el Kongresshalle, Eleanor Keaton evocó la figura del cineasta y en este encuentro con informadores y comentaristas cinematrográficos de todo el mundo resurgió la idea, que comenzaba a desvanecerse, de que Keaton fue y sigue siendo uno de los signos incontestables de la identidad del cine en cuanto arte, por lo que su recuperacion en este año del centenario es sobradamente justa y oportuna.La viuda de Keaton sigue trabajando en el cine de Estados Unidos, pero ya jubilada de las pantallas, en las que debutó en 1938, cuando tenía 16 años, in-terpretando pequeños papeles en filmes musicales, pues su prifesión era la de bailarina cuando se enroló en el cine. Eleanor Keaton se casó con el cineasta ese mismo año y vivió con él hasta su muerte en 1966 sin que nunca llegaran a intervenir juntos en una película. Con casi 70 años, Eleanor. Keaton sigue siendo una mujer de gran belleza y su entrega a la obra y a la memoria de Buster ocupa casi la totalidad de su quehacer cotidiano. Un gran cartel, en el que bajo el celebérrimo rostro imposible del cineasta se lee: "Happy birthday, cinema!", se ha convertido en el emblema de la conmemoración del siglo del cine por la Berlinale, mientras el regalo de la obra completa de Keaton es ya una de las alegrías seguras de este festival y probablemente el punto de partida de una imprescindible revisión de la ingente aportación de aquel prodigioso hombre hosco, tímido e infortunado a la forja del lenguaje cinematográfico primordial.
La recuperación de Keaton resulta ciertamente mortal para la mayor parte del cine que se hace ahora, incluido el que convoca la Berlinale. Ver, en efecto, El maquinista de la General a continuación de la correcta, bienintencionada, pero muy cortita de alcances, película italiana Golpe de luna, dirigida y escrita por Alberto Simone; y sobre todo después del golpe en la nuca que supuso para el respetable, aguantar el siglo y medio de duración del prodigio chino de incompetencia titulado Regreso a las raíces, dirigido por un hongkonés de nombre tan campanudo como Ray Leung Pun Hei, significa pura y simplemente volver a respirar.
Dependencia estética
El filme italiano padece, dentro de rasgos de dignidad y algunos destellos de gracia, un mal endémico del cine en Italia en los últimos decenios: su dependencia estética de los mandatos de la televisión, que convierte a la mayor parte de la producción cinematográfica italiana en un conjunto de pseudopelículas enfermas, de estilo pobre y elementalísimo, deudor del telefilme considerado como anticine o cine de consumo y de olvido inmediato, epidérmico y lastrado por el adocenamiento y por la falta de ambición, de garra y de audacia formal.
Este lastre convierte a Golpe de luna en una correcta nadería o, a la inversa, en una nada disfrazada de algo, que pretende ser poema y no sobrepasa el estadio de poemilla, lo que despierta la vieja opción radical de que la verdadera poesía o es genial o es idiota.
En lo que respecta a Regreso a las raíces, más vale no extenderse, pues de hacerlo, la tentación de soltar algún improperio sería inevitable. Respondamos por ello, al silencio con el silencio. Sólo una pregunta inevitable: ¿Qué hace aquí, en un escaparate de oro, una lata de impresentable celuloide de barro?
Babelia
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