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Muerte a la política

Hubo un tiempo en que en Herri Batasuna se intentó hacer política. Cualesquiera que fueran las contradicciones observables desde el exterior, aunque en algunas herriko tabernas estuvieran las pistolas y la dinamita escondidas entre los víveres de la despensa, la coalición trató de disputar la hegemonía a las restantes fuerzas políticas y legitimar en el apoyo popular su proyecto político.Nada de aquello queda ya en pie ni resulta imaginable ahora. La valerosa condena del asesinato de Gregorio Ordóñez por la concejal donostiarra de HB Begoña Garmendia, siquiera a título personal, no es más que el reflejo de la nueva situación que se les ha impuesto a punta de pistola a los miembros de la coalición radical. Significa levantar acta de la muerte de la política, no concebible ya ni como posibilidad. Para ETA no hay más oxígeno ideológico respirable que el plomo, incrustado en las cabezas de los demás.

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Todo el proyecto político de HB ha quedado convertido poco a poco en un decorado, un escenario de cartón piedra. Su función consiste en presentar la etiqueta, de convocatoria en convocatoria electoral, para juntar unas decenas de miles de votos utilizables como cobertura. La creciente repugnancia hacia los atentados y los asesinatos, incluso entre las filas de los propios votantes, se neutraliza con "paradas tácticas" como la de las últimas autonómicas, simplemente para no estorbar la captación de sufragios.

Hubo un tiempo en que en ETA y su entorno se cruzaban los debates, con intercambio de gruesos mamotretos de pretensión teórica o interpretativa. Es historia, y vieja. La "teoría" actual se resume en plúmbeos comunicados escritos con fotocopiadora para justificar crímenes sucesivos sobre la base argumental de los cuentos preescolares: amigos y enemigos, buenos y malos, ellos (cada vez más) y nosotros (cada vez menos).

Tras el choque y el despertar del sueño, ésta parece ser la confesión de Garmendia cuando reconoce a Ordóñez como el más enérgico "adversario político" y reivindica las armas políticas; es decir, justo lo contrario de las armas de fuego. Antes lo descubrieron todos los que intentaron hacer política desde HB hasta que se toparon con la boca del fusil y fueron arrumbados por procedimientos más brutales o más sutiles, se llamen lñaki Esnaola, Txema Montero o Patxi Zabaleta.

Herri Batasuna sufre una involución galopante, en paralelo a una sustitución generacional en sus escalas de mando. Quienes la conocen bien por dentro sostienen que ETA está fuera de todo control. La maduración de sus dirigentes ha llevado a su expulsión o al exilio interior, incluso entre quienes aún aparecen en ruedas de prensa, por temor a sufrir la misma suerte.

Una nueva generación toma las riendas, dispuesta a vivir todo el proceso desde el principio sin ningún freno ni contrapeso. ¿Qué se puede esperar de unos jóvenes que pretenden comenzar desde cero, como si la historia y el mundo se iniciaran con ellos?

Se puede esperar todo, lo peor y algo más, parece ser la definitiva respuesta. Cabe esperar que ETA acabe por abrazar con desesperación la lógica implacable de todo torturador que en el mundo ha sido. "Nosotros sólo podemos hacer lo que sabemos. La culpa de tu sufrimiento es tuya. Tú te lo has buscado, por no contamos lo que sabes, muchacho, o no pensar como queremos".

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