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Ana Iribar: "No perdonaré a los que han matado a mi marido".

Aurora Intxausti

No habían sonado las campanadas de las ocho en el reloj del Ayuntamiento de San Sebastián cuando grupos de donostiarras rodeaban el consistorio para despedir al concejal del FP Gregorio Ordóñez. Jóvenes militantes de su partido, estudiantes de Derecho y viejos nacionalistas se juntaban en una única fila. No hablaban, pero su presencia tenía el mismo significado: el rechazo a la violencia y al asesinato de un representan te elegido por el pueblo. La familia fue acompañada en su dolor tanto por los ciudadanos como por los dirigentes de todas las formaciones políticas, excepto HB. Sólo una de sus concejales se acercó hasta la casa consistorial."No perdono ni perdonaré a los que han matado a mi marido y a los que les apoyan. Sólo deseo la muerte para el que ha matado a mi marido. Y espero que se muera". Son palabras de Ana Iribar, esposa de Gregorio Ordóñez, que lamentaba la falta de valentía de la sociedad vasca: "Somos muchos los que no hemos sido tan valientes como lo era mi marido. No soy muy optimista con un cambio radical de la sociedad, aunque pienso que poco a poco iremos rompiendo ese silencio que nos ha tenido amordazados durante tanto tiempo". Ana Iribar afirmaba que todavía no era consciente de la muerte de su marido y que su deseo era el poder transmitir a su hijo "sin odio" cómo era su padre. Gregorio Ordóñez y Ana Iribar se casaron hace cinco años y tenín un hijo de catorce meses.

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Sol Bacharach, viuda del profesor Manuel Brosseta, asesinado por ETA el 15 de enero de 1992, mandaba un mensaje de apoyo y aliento a Ana Iribar: "Quiero decirle que sea fuerte, que demuestre que no pueden con ella, que se sienta orgullosa de su marido y que así se lo haga ver también a su hijo. Los irracionales saben que destrozan una familia, pero no saben que crean una unión y solidaridad muy fuerte en el dolor de todos los que estamos contra la violencia".

"Somos un pueblo cobarde que tiene miedo a expresarse y a decir lo que siente y por eso los de ETA son capaces de asesinar como lo hacen". Uno de los miles de donostiarras que se acercaron hasta el Salón de Plenos del Ayuntamiento para despedir a Gregorio Ordóñez resumía el sentir de esa inmensa mayoría silenciosa. Un silencio que se rompía ayer: "Nos hemos callado durante mucho tiempo y muertes como la de Ordóñez son producto de ese silencio". "A los que matan corno los de ETA hay que dejarlos en la cárcel hasta que se pudran".

En los puestos del mercado y en los corrillos de la calle, el asesinato de Gregorio Ordóñez saltaba de boca en boca. El rechazo de los donostiarras ante el asesinato del político del Partido Popular ha sido unánime.

Donostiarras de todas las ideologías políticas, nacionalistas y no nacionalistas, se unieron ante la la capilla ardiente para decir adiós a Gregorio Ordóñez. Semblantes tristes, lágrimas en los ojos, ira. "Conocía a Ordóñez como donostiarra. No soy simpatizante del PP, pero creo que debía estar aquí", decía una señora. Y otra, a su lado: "Contaba las verdades y por eso lo han asesinado. Lo han matado por no hallarse".

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Una rosa roja con un lazo blanquiazul presidía la mesa en la que ha trabajado Gregorio Ordóñez durante los últimos doce años. Junto a ella, un cartel taurino, una caricatura suya, un póster en el que reza "ya no me callo" y una fotografía del concejal asesinado, en el primer cartel electoral con el que se presentó como candidato a alcalde por el Partido Popular. Los tres últimos alcaldes, Ramón Labayen (PNV), Xabier Albistur (expulsado de EA) y Odón Elorza (PSOE), recordaban ayer el afán de trabajo de su compañero de corporación. "Lo tuve como teniente de alcalde y fue un colaborador leal y eficaz y en último término un amigo", indicó Labayen. El diputado Albistur añadió que "la vida de Gregorio ha estado ligada a la democracia. Era difícil llegar a acuerdos con él, pero su vehemente amor por esta ciudad le obligaba a modificar sus posiciones". Odón Elorza, visiblemente afectado, dijo: "Ha sido un compañero difícil, pero un entrañable amigo".

Dieron las doce y la ciudad se paralizó. Funcionarios, políticos y ciudadanos se concentraron en la explanada de la casa consistorial y durante cinco minutos permanecieron en silencio. Un millar de universitario del campus de Ibaeta recorrió en manifestación cerca de cuatro kilómetros portando una pancarta que decía: "Sin tolerancia ¿qué nos queda?".

El consejero de Interior, Juan María Atutxa fue aplaudido por algunos de los asistentes, no así el presidente de su partido, Xabier Arzalluz, que fue increpado por alguna de las personas que esperaban para desfilar ante el féretro. Atutxa pidió serenidad y dijo: "La sangre no puede ser nunca borrada con más sangre".

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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