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Portugal busca fórmulas para salvar los grabados rupestres hallados en el valle del río Coa

Dos comisiones científicas inspeccionarán la próxima semana los restos arqueológicos

Xosé Hermida

El dilema ha alcanzado proporciones de escándalo nacional y ha divido a los portugueses. El futuro del conjunto de grabados paleolíticos de hace 20.000 años hallados en el valle del río Coa, en el norte de Portugal, cerca de Vila Nova de Foz Coa, se ha convertido casi en una cuestión de Estado. La posibilidad de que puedan ser cubiertos, dentro de cuatro años, por las aguas de una gigantesca presa, un proyecto considerado de "interés estratégico" y financiado con capital público, ha alertado a los arqueólogos. A partir del próximo 29 de enero dos comisiones científicas, integradas por expertos de la Unesco y arqueólogos portugueses, inspeccionarán la zona durante varios días. Su dictamen puede resultar decisivo.

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Los arqueólogos debaten apasionadamente. Algunos han dicho que la mejor manera de conservar los grabados sería sumergiéndolos bajo el agua. Se ha llegado a hablar de la posibilidad de trasladar las rocas de sitio o de ideas más descabelladas, como poner un submarino para visitar el yacimiento. Tanto se han calentado los ánimos que hasta se vio hace poco a dos diputados socialistas, con opiniones divergentes, discutir a voz en grito en los pasillos de la Asamblea Nacional."El problema requiere una decisión política del Gobierno", afirma Joâo Zilhâo, presidente de la sección de Prehistoria de la Asociación Portuguesa de Arqueología. "Lo que está en juego es la conservación de una importantísima muestra del atre paleolítico, unos grabados que se ha conservado con una calidad ex traordinaria".

Mantener el secreto

Del conjunto descubierto hace unos meses en Vila Nova de Foz Coa, al noreste de Portugal -a unos 150 kilómetros de Salamanca-, se saben aún pocas cosas. En realidad, el hallazgo se mantuvo en secreto casi dos años por causas nunca bien explicadas. Son. medio centenar de grabados sobre roca de pizarra que representan animales, como caballos o toros, y cuya antigüedad se estima entre 15.000 y 20.000 anos.

Jean Clottes, presidente del Comité de Arte Rupestre de la Unesco, ha dicho que se trata del conjunto al aire libre más importante del mundo. "En realidad, podría haber 100 o 200 grabados. Para saberlo exactamente, se necesita una investigación a fondo", señala Zilhâo. Parte del conjunto ya quedó sumergido hace 14 años, cuando subió el nivel del agua del río Coa por la construcción de otra presa en un lugar cercano.

Desde 1988 se conocía, por el trabajo de un arqueólogo portugués, la existencia de algunos grabados en la zona. Un joven arqueólogo de la comarca, Nelson Rebanda, descubrió los grabados en 1993. Comunicó el hallazgo a sus superiores del Instituto Portugués del Patrimonio Arqueológico y Arquitectónico (Ippar), que sorprendentemente decidieron callárselo. Hasta que en noviembre pasado, Rebanda contó la confidencia a una colega suya, Mila Soares, especialista en arte rupestre, y la invitó a visitar el conjunto. Indignada, la arqueóloga denunció el secretismo del Ippar.

Algunos expertos, entre los que se encuentra el citado Clottes, defienden que los grabados sufren más deterioro al aire libre por la acción del clima y que se conservarían mejor sumergidos. "Dentro de 70 años, la inversión se habría amortizado, la presa habría cumplido su ciclo y podríamos bajar otra vez el nivel de las aguas", explica un ingeniero de la compañía pública Electricidade de Portugal (EDF).

Pero una gran parte de los arqueólogos portugueses se echa las manos a la cabeza. 'Tos grabados quedarían bajo 100 metros de agua y los sedimentos arenosos podrían dañarlos seriamente", apunta Zilhâo, quien, junto con otros colegas, acaba de presentar una alternativa: dividir el proyecto en dos presas para dejar libre la zona del conjunto rupestre.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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