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Roma rinde homenaje a Fellini con una exposición impregnada por la nostalgia

El cineasta italiano habría cumplido ayer 74 años

La nostalgia, proyectada como una sombra cómplice, no es sólo la materia esencial de la obra de Federico Fellini, sino el legado que el gran director italiano dejó en las generaciones que soñaron con sus películas. La muerte de los que nos han hecho soñar es el síntoma de que la madurez ha llegado, para no marcharse nunca. En Roma, Fellini representa, además, el recuerdo de tiempos mejores, de una dolce vita perdida. Todo ello impregna la exposición abierta ayer, en el 74º aniversario de su nacimiento.

Una gran reproducción del Rex, el barco que irrumpe en la escena más nostálgica de Amarcord, asoma por los bajos de la fachada y la ventanas del primer piso del Palazzo della Civiltá. La decoración del palacio, abierto por 54 arcos idénticos que cubren su fachada, y una furgoneta que gira casualmente en torno al mismo anunciando, con música chirriante, alguna nueva película norteamericana, es lo más felliniano de una exposición que, en general, adolece de falta de ambiente, aunque su contenido merece la visita.Están todas las casullas de cardenales. que se veían en el inolvidable desfile de modelos eclesiásticos de Roma, dispuestos sobre un gran plano inclinado en el que también descansa una maqueta de barco de Amarcord, utilizada en el rodaje de la película. Hay otra gran rampa cubierta por 23 televisores que muestran simultáneamente todas las películas que el gran maestro, fallecido el 31 de octubre de 1993, realizó en su vida.

Las impresiones terminan ahí. El resto es criterio, orden y stands. Ayer se echaba de menos la música, coprotagonista de las películas de Fellini, y ausente en la exposición, a pesar de que hay una sección sobre las relaciones del director con Nino Rota, el hombre que le escribió casi todos los pentagramas.

Biografía

Hay otra sección biográfica, hecha de notas y fotografías, que muestran un Fellini adolescente poco conocido: joven actor, en 1948, en un episodio de La aurora, de Roberto Rossellini, y casi siempre acompañado de Giulietta Massina, desde 1943 -cuando contrajo matrimonio con la actriz imprescindible de su carrera- hasta 1993, cuando ambos viajaron a Los Angeles para que él recibiera el Oscar a la mejor carrera. Fue una de sus últimas apariciones públicas.

Los dibujos de Fellini, que ocuparon un papel muy importante en su trabajo y en su vida, ya que comenzó ganándose el sustento como autor de viñetas, merecen espacio destacado. Están sus tebeos y los dibujos de sus sueños, que hizo en los años sesenta y setenta por consejo de un psicoanalista, llenos de culos y de enormes tetas. Se interrumpen hacia 1984, cuando Fellini dejó de soñar porque empezó a tomar somníferos. Y, finalmente, hay un stand por cada película, con carteles originales, fotografías y elementos del vestuario o el atrezzo, como el pájaro mecánico que regula los ritmos sexuales de Donald Sutherland en Casanova; el látigo que Marcello Mastroianni blande en 8 1/2 ;el Sagrado Corazón que vuela sobre los áticos romanos en La Dolce Vita o el vestido de Gelsomina en Las noches de Cabiria.

Magdalena Fellini, hermana del artista y una de las promotoras de la exposición, la concibe como una "posibilidad de estudiar mejor el arte de Federico y Giulietta". Está previsto que la muestra viaje a Berlín, Los Angeles y otras capitales.

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