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Europa debe presionar

Ya no hay excusa. La junta militar que gobierna Argelia tiene ahora la oportunidad y la obligación de comenzar a dialogar. La pasada semana, los principales partidos de la oposición, incluido el islamista FIS, el ex partido único FLN y los grupos democráticos de Ben Bella y Hocine Ait Ahmed, dieron en Roma toda una lección a la junta. Se reunieron durante seis días y terminaron proponiendo un contrato nacional que permita acabar con la guerra civil y convocar elecciones libres y pluralistas.El poder argelino tiene que aceptar esa oferta sin retrasos ni ambigüedades. La esperanza es frágil, pero es la única y, quizá, la última oportunidad de contener la sangría del país magrebí y sus repercusiones en las fronteras meridionales de Europa. Las exigencias de los firmantes del acuerdo de Roma son razonables: liberación de los líderes del FIS y de todos los presos políticos; cese de los atentados contra civiles y extranjeros, y fin de la tortura, la ley de fugas y otros métodos de guerra sucia practicados por la junta militar y denunciados por Amnistía Internacional.

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Los grupos laicos argelinos (FLN, y los de Ben Bella y Ait Ahmed) han demostrado en Roma que es posible dialogar con los islamistas del FIS. Y el conjunto de la oposición ha hecho una seria oferta de paz al régimen militar, en la que explícitamente se cita la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los militares en el poder en Argel se encuentran aislados. Su primera reacción fue calificar la reunión de Roma de "injerencia extranjera". Luego, cuando Estados Unidos aprobó la iniciativa de la oposición y se supo, ayer mismo, que hasta el ominoso GIA -el brazo terrorista del movimiento islamista- le da una oportunidad, el régimen pareció ablandarse. Acaparadas por sus propios problemas nacionales -inminente elección presidencial en Francia, fracaso de la primera intentona gubernamental de Berlusconi en Italia y agonía en España de la larga hegemonía socialista, las opiniones públicas de los países meridionales de la UE sólo se estremecen por el conflicto argelino cuando un hecho violento, asesinato de europeos o secuestro de aviones, afecta a sus intereses inmediatos. Y sin embargo, lo que está ocurriendo en Argelia es lo más grave en este rincón del planeta desde al menos hace tres décadas. Más de 20.000 personas han fallecido allí desde el comienzo, hace tres años, de la guerra civil entre militares e islamistas.

Pese a las crisis internas, los responsables de la política exterior de nuestros países deben presionar política y económicamente a Zerual. En un artículo de la última edición de The Economist se dice: "Si el Gobierno de Argelia va a recibir más dinero de la Unión Europea, debería antes abrir conversaciones con la oposición". Si la junta argelina rechaza finalmente esa frágil esperanza de paz, su culpabilidad principal en el desangramiento de Argelia y la inestabilidad en el Mediterráneo occidental será evidente.

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