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Cadáveres

Enrique Gil Calvo

A diferencia del presidente Mitterrand, que se ha revelado especialmente hábil para resolver al final de su mandato todos los diversos cadáveres políticos que guardaba sin enterrar en el armario de su pasado, al presidente González, conforme progresa hacia el declive de su mandato, se le van acumulando las peticiones de rendimientos de cuentas por los casos pendientes de resolver. Cabe imaginar cuanto envidiará González las habilidades de Miterrand.Estos cadáveres políticos que González parece incapaz de enterrar a tiempo, sin poder evitar que periodistas avisados los saquen periódicamente a pasear fuera de su armario, pueden resumirse en dos: Filesa (incluidas todas las sospechas de comisiones fraudulentas y financiación ilegal) y GAL (representativo de los demás casos de utilización ilegal de fondos reservados, como también sucede en el caso Roldán). Y lo más curioso es que existe algún paralelismo formal entre ambos casos, por mucho que sustancialmente difieran entre sí (pues el GAL segó vidas, mientras que Filesa sólo dañaba la Hacienda pública).

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Parece conveniente distinguir (como hacía el jueves pasado Víctor Pérez Díaz en un excelente artículo publicado en estas páginas) entre la comisión del delito y su encubrimiento posterior. Pues bien, tanto en el caso Filesa como en el caso GAL, de lo que podría acusarse a González, y por lo que se le pide que rinda cuentas que éste se muestra reacio a dar, no es de complicidad en la comisión de los delitos (pues nadie parece dudar de su inocencia, sospechando casi todos que se actuó a sus espaldas), sino de su encubrimiento posterior.

También es verdad que el mero encubrimiento de un delito es mucho más disculpable que la complicidad propiamente dicha, sobre todo si los sospechosos son amigos, compañeros o subordinados del encubridor. Pero no es menos cierto que el reiterado encubrimiento contumaz (como todos sospechamos que se da) podría ser entendido como una complicidad sobrevenida (o una complicidad ex post). Además, en ambos casos, este presunto encubrimiento se justifica por parecidas razones de solidaridad. Tanto es así que cabe temer que se intente con el diputado Barrionuevo, la misma maniobra encubridora que se hizo con el ex diputado Galeote (aunque pocos se atreverían hoy a firmar una análoga carta de solidaridad). Pero si fuera ése el caso, ¿cargaría también el ex ministro sobre sí toda la responsabilidad última de la comisión del delito, como Galeote afirmó hacer?En fin, también aparecen paralelismos en las justificaciones que se dan para disculpar la comisión de ambos delitos. En efecto, tanto en uno como en otro caso se alega como atenuante que se actuó por patriotismo: en el caso GAL, la eximente sería la razón de Estado; en el caso Filesa, el patriotismo de partido. Pero un patriotismo que viola la ley no sólo es criminal, sino antipatriótico, en la medida en que traiciona la base legal que sostiene la comunidad que dice defender.

Por lo demás, aun suponiendo que la razón de Estado (tras lo que suele ocultarse el interés corporativo de gobernantes o funcionarios) fuera uña eximente capaz de disculpar la comisión de un delito, sin embargo, nunca podría justificar su encubrimiento. Por el contrario, lo que sí exige la razón de Estado (o el patriotismo de partido) es descubrirlos o denunciarlos (aunque eso atente contra el compañerismo). A la justicia (única razón de Estado no inmoral) le conviene favorecer las delaciones de los arrepentidos: tanto si son de ETA como de los GAL. Por eso, Belloch y González se hallan hoy presos de un dilema moral. Belloch porque, como ministro de Interior, se espera que se solidarice con los inculpados dejos GAL, mientras que, como ministro de Justicia, debe favorecer su procesamiento. Y González porque, en tanto que socialista, podría desear encubrir a Filesa o los GAL, mientras que, en nombre de la razón de Estado, tiene que aclarar ambos casos: pues, si no lo hace, los cadáveres acumulados se saldrán del armario hasta lograr enterrar a su Gobierno y con él a la razón de Estado.

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