La Monarquía que venía
Toda la sociedad española vivió el mes que transcurrió desde el comienzo de la enfermedad de Franco hasta su muerte en una actitud de expectación entre perpleja y angustiada. Pero hubo un puñado de personas entre quienes estaba la posibilidad de orientar el futuro de España que experimentaron aquellas circunstancias de un modo especialmente tenso. Fueron, por supuesto, los dirigentes políticos del régimen, pero también aquellos que encarnaban la Monarquía, bien por la directa línea dinástica o en la versión de la "instauración" decidida por Franco.Desde 1969 habían existido estas dos fórmulas, que en realidad no se convirtieron en competidoras, sino que resultaron convergentes porque nunca quebró la coincidencia entre quienes las personificaban don Juan y don Juan Carlos. Sin embargo, la propia tensión de la política española pudo dar la sensación contraria durante los primeros meses de 1975. En junio hizo don Juan unas declaraciones en Estoril, con ocasión de su onomástica, que le costaron la temporal Prohibición de pisar tierra española y durísimos ataques por parte de los corifeos del régimen como Emilio Romero. Por supuesto, nada dijo contra su hijo, sino que aseguró que no podía ser ni motivo de discordia ni competidor de nadie. En la práctica, sin embargo, cobijó bajo la Monarquía a un sector importante de la oposición antifranquista. Poco antes había recibido una carta de Calvo Serer, uno de sus consejeros ahora embarcado en la Junta Democrática, en donde se le aseguraba que la posición de don Juan era "indefendible" y que, partiendo del "pecado original" de franquismo, resultaba iluso que se mantuviera en el poder cuando desapareciera el general,
A partir del mes de julio, en los ambientes monárquicos vinculados con don Juan hubo una evidente ebullición en torno a la posibilidad de que éste se hiciera más presente en la política mediante la publicación de un manifiesto. Acerca del particular hubo ideas para todos los gustos, algunas de ellas más que dudosas en sus resultados. Tierno sugirió, por ejemplo, que se debía hacer mención a la "lucha de clases". Pero si la idea estaba en. el ambiente, la grave enfermedad de Franco, que habría de resultar fatal a partir del 21 de octubre, la convirtió en un problema a resolver de manera inmediata. Las noticias provenientes de España le llegaron a don Juan en Lausana, donde se congregó un buen grupo de seguidores suyos que meditaron acerca de la posibilidad y oportunidad del manifiesto. La reconstrucción más fiel de la posición de cada uno puede hacerse a través de los testimonios que han quedado en los archivos de algunos dirigentes de la causa monárquica como Pemán y Sainz Rodríguez. El primero era poco partidario de hacer pública una toma de posición; para él era esencial dar "la seguridad de que el Rey no emprenderá acción alguna que le separe de su hijo"; hay algún indicio de que hubiera deseado que en el momento de la muerte de Franco don Juan renunciara a sus derechos en favor de su hijo. Sainz Rodríguez, en cambio, era partidario del manifiesto, y redactó un borrador del mismo. Su contenido nos es conocido en varias versiones. No cabe la menor duda de que, de haberse publicado, habría causado una importante conmoción, porque proponía un programa político completo en contraposición al régimen de Franco, con devolución al pueblo español de la soberanía nacional, y mostrando una " honda preocupación" por la posible desnaturalización de la idea monárquica. Ansón era partidario del manifiesto, y parece haber deseado que en él se hiciera mención a don Juan Carlos en la "difícil singladura" que le correspondía y para inducirle a que "hiciera evolucionar la Monarquía que recibía". Tanto Sainz Rodríguez como Ansón insistieron en su Idea hasta primeros de noviembre; para el primero era esencial la publicidad del manifiesto en el momento de la proclamación de don Juan Carlos, pues lo contrario sería "retirarse del juego". Don Juan, sin embargo, rechazó al final la idea del manifiesto.
Para entender las razones hay que trasladarse a otro escenario, el palacio de la Zarzuela, en Madrid. Allí, don Juan Carlos lo estaba pasando francamente mal en vísperas de decisiones importantes y rodeado tan sólo de un puñado de colaboradores, alguno de los cuales, como Armada, demostraba proclividades que luego fraguarían el 23-F; se había convertido ya en un gran defensor del mantenimiento de Arias como presidente. El 13 de noviembre, este último, al enterarse de que el Rey se había reunido con los ministros militares, dimitió y eso creó un problema agudo. Torcuato Fernández Miranda, una de las personas más cercanas al futuro Monarca, anotó lo que había sucedido: el presidente "percibió lo que hay de inseguridad y apretó" al Príncipe. A don Juan Carlos no le quedó otro remedio que pedirle que permaneciera en su puesto, y además, según Fernández Miranda, cometió la "debilidad de enviar a Mondéjar" para dar más peso a su petición. Lo que le decía a su antiguo profesor testimonia que era consciente de la fragilidad que padecía: "Yo te necesito mucho ( ... ). No sabes lo que eres y lo que has sido para mí". En ese ambiente se explica el envío de un mensajero de hijo a padre, el general Díez Alegría. Aquello no fue un "acoso" como ha escrito Ansón, sino una Petición sensata que el propio don Juan resumió con las siguientes palabras: se le pedía que "se quedara quieto porque la cosa estaba muy difícil y todo resultaba muy precario". No hubo, pues, manifiesto y sí tan sólo una nota de prensa en la que ni siquiera aparecía expresando su posición don Juan. Sus derechos se calificaban de "irrenunciables" y quedaba abierta una posterior declaración, pero el lenguaje empleado era muy, distinto del manifiesto proyectado originariamente.
Franco murió, y dos días después se hacía público el primer mensaje de don Juan Carlos. Hubo en sus párrafos iniciales unas palabras de gratitud a su padre -de quien "he aprendido la norma del cumplimiento del deber"- que al nuevo Rey de España le habían sido vedadas en 1969 por Franco, con ocasión del nombramiento como Príncipe de, España. Pero había que esperar todavía a cómo tomaría don Juan esta primera singladura de su hijo como monarca. Como casi siempre, recibió consejos contradictorios. El 26 de noviembre le escribió Julián Marías: pensaba que se había creado "una situación de hecho que, salvo trastornos gravísimos y totalmente indeseables, es irreversible". Don Juan Carlos debía sumar los derechos hereditarios y la legitimidad nacida del consenso de los españoles;, don Juan no debía mediatizar al hijo, sino mantenerse en la posición eminente que le correspondía. Sainz Rodríguez insistió en que tenía que permanecer en su actitud previa. Su juicio sobre la primera singladura del Rey era negativo: aparecía como "solidario del régimen dictatorial franquista", cuya crisis definitiva se produciría en marzo próximo, y, por tanto, don Juan no debía "dejarse seducir por alegatos sentimentales" y tenía que permanecer como un "valor arbitral"; en definitiva, como posible rey.
Pero el hijo de Alfonso XIII tomó una decisión más cercana al primer consejero que al segundo. En una carta escrita a
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La Monarquiá que venía
Viene de la página anteriormáquina por él mismo y con la indicación "máxima reserva", se dirigió a Sainz Rodríguez indicándole, por muchas "dificultades y sinsabores" que sintiera en aquellos momentos, que había llegado a la conclusión de que 11u en cuanto se me dé un pie o excusa válida debo deshacerme de mis derechos dinásticos haciendo un . solemne traspaso de ellos a mi hijo". Las razones que esgrimió eran políticas y personales. En primer lugar, "para la inmensa mayoría de los españoles, la Moarquía, bien o mal, se ha restaurado y, por tanto, si se hunde, no se vuelven los ojos a otro monarca". Pero además "son muchos los años que llevo en la brecha sintiéndome muy solo"pues "todos los que por nacimiento deberían estar a mi lado casi no lo han estado nunca, y la desbandada última es de risa si no diera. pena ver tantos arribistas e inconscientes"; por si fuera poco, estaba harto de "soportar las intrigas de mucha gente que en el fondo no considero monárquica'. La carta está fechada el 2 de diciembre, pero antes don Juan había hecho llegar un mensaje verbal a su hijo. Fue portador del mismo Antonio Fontán, y su contenido era generoso, valiente y rápido: consistía simplemente en que el padre mostraba su disposición para la renuncia de sus derechos en cuanto el hijo quisiera. Antes, de nombrar como presidente de las Cortes a Fernández Miranda, don Juan Carlos sabía que iniciaba la difícil singladura de la transición con el apoyo que más le importaba, el de su padre. No ignoraba que tendría muchas dificultades, incluso en su entorno más inmediato: a Fontán le advirtió que Armada no debía conocer en esos momentos el mensaje de su padre. Pasado el tiempo, como indicios de todo este proceso oculto a los ojos de los españoles, quedarían el ducado de Fernández Miranda, el, Toisón de Oro de Pemán, la senaduría de nombramiento real de Marías y la presidencia del Senado de Fontán.
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