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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Decepciona 'Reality bites', el esperado manifiesto fílmico de la generación X

Era uno de los platos fuertes de la programación del Festival de Sitges, aun cuando su tratamiento nada tenga que ver con el de un filme fantástico. Reality bites (literalmente, Mordiscos de realidad, o La realidad muerde), el filme de Ben Stiller centrado en los problemas de cuatro jóvenes de edades algo superiores a los 20 años, se demostró un globo excesivamente hinchado. Otro tanto le ocurrió al segundo estadounidense del día, The crow, de Alex Proyas -filme póstumo del, por cierto, poco ilustre actor Brandon Lee, hijo de Bruce Lee y misteriosaménte muerto durante el rodaje-, una nadería llena de trucos baratos, ruidosos efectos especiales y una pavorosa falta de ideas fílmicas.

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Reality bites, aquí incluida en de una sección llamada Premiére, es una comedia agridulce con protagonismo absoluto de la versátil Winona Ryder. El filme muestra las peripecias de cuatro antiguos condiscípulos en la universidad, sus problemas para encontrar un lugar en el mundo, su desorientación, que no es otra que la sempiterna desorientación de los 20 años, elevada ahora a los altares de los mass media por obra de algún escritor y varios sociólogos que la han bautizado como generación X.El filme emplea las dudas y la necesidad de autoafirmación de los personajes, con la intención de convertirlas en espejo para veinteañeros. Así, hay un muy superficial tratamiento de la realidad en términos de eslogan, más algunas pinceladas bien trazadas, a veces incluso conmovedoras. Pero es indudable que los mimbres con los que se pretende sostener la historia no son otros que los de la rancia comedia sentimental hollywoodiana. O dicho de otra forma, lo que se pretende manifiesto generacional termina siendo sólo otro filme más, prisionero de las normas del género y del happy end de rigor. Lejos, pues, de la acidez de la cultura grunge, a pesar de que su banda sonora castigue los oídos continuamente con canciones de grupos y cantantes que pueden adscribirse a esta corriente.

Al lado de Reality bites y de The crow, películas tan aparentemente brillantes como en el fondo huecas y sin interés, la insolencia y el sentido del humor del filme mexicano Ámbar, de Luis Estrada, incluido en la selección a concurso, brillaron aún con más intensidad. Rodada con un ojo puesto en multitud de referencias pictóricas clásicas y buscando la inspiración en la literatura, de la mano del Joseph Conrad de El corazón de las tinieblas, el filme documenta un viaje iniciático a través de la selva. Tiene gracia, está bien rodada y sus pretensiones de estilo, que las tiene, nunca se hacen excesivas.

Y el buen cine, como siempre desde que empezó el festival, hubo que buscarlo ayer ante todo en la Semana de la Crítica, sección que un tanto cicateramente la organización del festival anuncia al público no con su nombre, sino con el de Seven Chances.

Ayer le tocó el turno al último filme de Philippe Garrel, La naissance de L'amour, hora y media de vida palpitante rodada en un espléndido blanco y negro por el gran operador Raoul Coutard. Sin moverse de su territorio de siempre, la cotidianidad de los hombres y mujeres que, pasada ya la cincuentena, siguen viviendo anclados en las ilusiones y en los fracasos post-68, Garrel, un perfecto desconocido para el espectador medio español aunque lleve exactamente 30 años en el oficio, borda un filme nada complaciente, la lacerante experiencia de un hombre -a quien da vida un resucitado Lou Castel- que oscila entre el amor de varias mujeres y su gris existencia familiar. Es una bofetada en la cara, una mirada inmisericorde sobre ciertas cobardías masculinas; es, además, una película ejemplar: en su inmediatez, en el rigor de su discurso, en la prolijidad de la puesta en escena. Es, en fin, el filme de un maestro.

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