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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fallo alarmante

LA CASUALIDAD o la fatalidad han jugado una mala pasada al ministro Belloch. Recién anunciados los propósitos del titular de Justicia e Interior de proceder a un despliegue policial más cercano, al ciudadano para su mayor seguridad -una nueva edición de la tantas veces evocada y siempre fallida "policía de barrio"-, dos militantes de Greenpeace burlaban todos los controles de lo que debía haber sido el lugar más protegido de España: el recinto donde se inauguraba, bajo la presidencia de los Reyes, la asamblea del Foro Monetario Internacional. Los dos activistas entraron en el edificio, se encaramaron al andamiaje metálico que cubre el techo, arrojaron sobre los asistentes billetes falsos de dólar en protesta contra la política de ese organismo internacional y colgaron una pancarta de su organización.No cabe minimizar la gravedad del suceso. La tiene, y mucha. Y además es un bochorno. Los portavoces de Greenpeace se han apresurado a manifestar que la acción de sus militantes, además de pacífica, iba exclusivamente dirigida contra la política del FMI y del Banco Mundial, y de ningún modo contra la presencia de los Reyes. Lo grave del asunto es que se hayan podido burlar de manera tan flagrante medidas de seguridad que los propios participantes en la asamblea han calificado de excepcionales. Hace verosímil la hipótesis de que también hubieran podido hacerlo otros con más profesionalidad en burlar a la policía con peores intenciones.

El ministro Belloch está obligado a explicar cómo ha podido producirse un fallo tan garrafal y peligroso. Ha habido negligencia y debe sancionarse como corresponda, cualquiera que haya sido el nivel en que se ha producido. Las informaciones facilitadas por los medios policiales no explican de forma convincente lo sucedido. Pero aparte de la negligencia, el hecho plantea serios interrogantes sobre la profesionalidad y la eficacia de los cuerpos de seguridad del Estado. A ellos deben dar respuesta el ministro y los máximos responsables policiales, sin excluir a los que tienen directamente encomendada la seguridad de los Reyes.

Lo sucedido en la asamblea del FMI ha causado daño a la imagen internacional de España; ha producido un riesgo que ha hecho saltar las alarmas y no contribuirá precisamente a aumentar la confianza del ciudadano en la policía y sí, en cambio, a reforzar su sensación de inseguridad. Es precisamente lo contrario de lo que pretende el ministro Belloch con su plan de despliegue policial en las calles. Por eso no sabemos qué es peor, pensar que tan sólo fue una ridícula demostración de incompetencia o un indicio más de que algunos sectores del aparato de seguridad no están precisamente apoyando con entusiasmo los esfuerzos del ministro.

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