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Victorio y Lucchino rompen el tono menor al cerrar la Pasarela Cibeles

Roberto Verino obtiene el premio a la mejor colección

La Pasarela Cibeles se clausuró ayer con los vuelos sevillanos de Victorio y Lucchino, en un brillante desfile que brindó un toque de energía solar a la discreta tónica general de las demás propuestas, donde imperó un profesionalismo de voz baja, corrección y atención a los requerimientos de la industria. Ayer también, Palacio & Lemoniez se mantuvo discreto y despertó poco entusiasmo, mientras Javier Larrainzar mostró una apertura de miras en el diseño de las prendas. El pantalón, la minifalda, las transparencias y los colores suaves o lavados pueden resumir el eje de lo que se verá en los escaparates y en las calles el verano que viene.

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El diseñador orensano Roberto Verino, fue galardonado con el premio que concede la prensa especializada a la mejor colección presentada en la Pasarela Cibeles. La mañana del último día del certamen brindó como apertura a un Javier Larrainzar mejor dispuesto que el año pasado a las innovaciones y a un cierto desprendimiento del corsé de sastre del que depende su buen oficio; se presentó más juvenil y actual, saliendo del entalle forzoso con una puesta en escena atrevida, y toda su colección rondó la asimetría en los bajos de vestidos y faldas. El hijo del sastre del Rey -la infanta Elena acudió ayer al desfile- hizo gala del talle imperio muy ceñido bajo el busto y de la superposición de faldas muy ligeras en gamas suaves: el vainilla más o menos tostado, un verde petróleo pasado por la acuarela gris y marrón de reseca tierra mesetaria.Los puntos altos de la colección de Larrainzar fueron los vestidos de fragmentos a cuadros de diverso calibre, combinados con sedas, además de dos bellísimos trajes de fiesta a la otomana, largos y evanescentes, interpretados en capas de gasa rosa y violeta sobre los que imperaba el motivo espectacular de aplicaciones de terciopelo floral. El pantalón estuvo presente, muy femenino y casi siempre de seda. Otros trajes muy bien hechos y de bella línea escurrida a las caderas volvían a exponer el sofisticado terciopelo y en toda la colección imperaron las ristras de diminutos botones forrados, muy pegados entre sí y más como un aderezo que como un cierre práctico.

Palacio & Lemoniez ofertó una colección irregular que sólo levantó cabeza realmente al final con sus trajes blancos o negros donde combinaba en fragmentos horizontales el raso, la seda y el algodón hindú. En la línea que presentaron los donostiarras Miguel Palacio y Fernando Lemoniez predominaron los cortos sobre los largos y una gran variedad de vestidos, en los que se utiliza el corte al biés y el evasé.

A media tarde, Los Pepes, -nombre del dúo gaditano de Pepe Cuevas y Pepe Ximénez- hicieron del vestido la estrella de su colección en una línea semiajustada con todos los largos posibles; Ángela Aregui apostó por una mujer relajada, seductora. Victorio y Lucchino, desde su españolismo a ultranza, dejan atrás los desfiles de estos días encaminados a establecerse en una media comercial sin demasiada inventiva. Los sevillanos una vez más se desmarcaron apostando por la moda en la que creen: exuberante, lanzada, profusa de adorno y concediendo a lo artístico un lugar dentro de la ropa en serie, que puede ser desde un festón en seda con caireles a un tul estampado con motivos de decoración barrocos. Sobre alfombras moras y un fondo de faroles sevillanos, ofrecieron desde el volante multicolor a la fantasía de unas meninas, en una colección muy trabajada artesanalmente y entregándose a un uso pasional de las transparencias y el vuelo e la seda.

Lo del tul estampado es un hallazgo interesante para el vestido de calle, pues hasta ahora esa técnica encontraba uso sólo en la ropa teatral o de ballet. Los volantes rematados con esmero, las combinaciones de albero con grana y oro viejo, el negro solemne recargado de pasamanería exquisita, las chaquetas que son como levitas cortesanas, el ritmo en cascada del tul tatuado de volutas rampantes y sátiros grutesco, los pañuelos y mantoncillos que invitan al rebozo: una fiesta. que invita al placer de vestirse.

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