Dos toneladas de comida
Pese a tener 20 días de vendimia por medio -los riñones suelen protestar al principio-, sólo hay una cosa que les de a los jornaleros más escalofríos que el recuerdo del viaje en autobús: la perspectiva de tener que volver por el mismo medio."Las vueltas que le están haciendo dar a este hombre", se asombraba un pasajero durante el trayecto. "Este hombre" era Pepe el conductor, pero las vueltas las estaban dando también los 72 que iban con él tratando de dormitar en posturas inverosímiles. El autobús había salido de Los Corrales de madrugada. Unas 12 horas después había logrado llegar a Valencia, gracias a los descarríos y andurriales de un itinerario que lo había llevado de Sevilla a Córdoba y de ahí a Albacete, pasando por Jaén y Ciudad Real, como persiguiendo esos viñedos de Dios por Valdepeñas, las vinícolas de Castilla, el centro enológico de Tomelloso y los campos de Villarrobledo.
El exceso de peso tampoco ayudaba, que a los dos pisos del autobús se había sumado un remolque con dos toneladas y media de alubias, garbanzos, paquetes de salchichas, latas de tomate frito, ristras de ajos, tarros, de manteca colorá y barras de mortadela. Cada vez, que venía una cuesta arriba, el motor mormullaba como un jeremías y al autobús lo adelantaban hasta los asnos. "¡Pero leche!", gritaba Pepe el conductor, "¿es que habéis metido a todas las suegras en las maletas o qué?". Nadie le escuchaba. Entre los pasajeros se había liado la barahúnda a cuento de lo del desempleo rural. Ángeles Rodríguez aseguraba a quien quisiera oírla que hay mucho fraude con lo de las peonadas. "Si juntas las 60 peonadas, bien, y si no, las compras". La mujer tiene noticia de todo tipo, de intercambios y tejemanejes. "Hasta hay mujeres", dice bajando la voz, "que se tienen que acostar con el patrón para que les firme las peonadas". Su marido, Miguel Chincoa, remacha el punto: "Los hay que tienen negocios, y cortijos de 300 millones, y están cobrando el paro, los hay que tienen olivos y los ponen a nombre de la madre". "Es rarísimo que en el campo no juntes 60 peonadas", discrepa Francisco Sánchez. "Para un hombre, puede ser", puntualiza Ángeles Rodríguez, "pero a las mujeres ya no las quiere nadie, que entre las conservas y lo de Francia yo junté el año pasado las sesenta justas".
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