Paso insuficiente
Los GOBIERNOS de Estados Unidos y Cuba han llegado a un acuerdo para acabar con la masiva y caótica emigración de balseros cubanos hacia las costas de Florida. Nos congratulamos de un acuerdo entre dos Estados cuya común historia ha estado marcada por el conflicto y la discordia. Pero, concedida la importancia del precedente a este diálogo habido en Nueva York, hay mucho que preguntarse, tanto respecto a los términos del acuerdo como al hecho de que éste se presente por ambas partes como un compromiso aislado.El secretario de Estado norteamericano, Cristopher, ha asegurado que "Castro ya sabe lo que debe hacer" para que haya otras negociaciones entre ambos países. Castro eso lo sabe desde hace años. Pedirle a Castro que celebre elecciones, legalice todos los partidos políticos, deje entrar y salir del país a todo ciudadano e instaure una economía de mercado no sólo es legítimo: es necesario y desde aquí volvemos a hacerlo. Pero carece de todo realismo exigirle estos pasos como condición para normalizar unas relaciones entre dos países tan cercanos. Si es una cuestión de principio de la Administración de Clinton, Cristopher podría proponer algo semejante a Deng Xiao Ping, -o, en caso de óbito previo, a sus herederos- en su próximo viaje a China.
Y es de alguna forma doloroso constatar que el primer acuerdo en muchos años entre las autoridades norteamericanas y cubanas se cine a la represión de la huida masiva de cubanos en balsas hacia Miami. Después de 35 años lamentando la represión en Cuba, Washington delega en La Habana para que la policía de Castro impida por la fuerza que cubanos desesperados huyan de la miseria, la falta de libertad o ambas cosas, como hicieron los antecesores de la inmensa mayoría de los ciudadanos actuales de Estados Unidos.
No es muy imaginativa la Administración de Clinton en general. En su relación con Cuba aún menos. Aunque esta vez cumpla el compromiso de otorgar los visados de inmigración prometidos -26.000- ¿cree por algún momento Washington que la situación va a calmarse? ¿Que esa emigración legal será una espita de escape para una sociedad desesperada? No pueden ser tan ingenuos. ¿Apuestan, por tanto, aún por que la presión social y la insatisfacción hagan caer a Castro y su régimen? Tampoco parece verosímil. Es más probable que Clinton se vea atado de pies y manos en la cuestión del trato con Cuba hasta después de las elecciones para renovar la Cámara de Representantes que se celebrarán en noviembre. Florida es importante y supuestas concesiones a Castro podrían dañar aún más su ya difícil situación.
Castro no debe dictar la política de EE UU. Cierto. Tampoco debe hacerlo el grupo del exilio cubano en Miarni que aún quiere arrastrar a Castro por las calles de La Habana para lincharlo, aunque sea a costa de un baño de sangre. Clinton debe tener el coraje de levantar el embargo, aunque sea parcial y paulatinamente. Sólo sirve a Castro para justificar la miseria que genera su régimen. El mayor enemigo de aquella entrañable isla es la dictadura y su absurdo sistema económico. Clinton debería demostrarles a los cubanos que es así desmantelando los argumentos sobre el bloqueo. España puede jugar un papel importante en desmantelar los recelos de décadas. La liberación de los presos políticos como primer gesto y nuevos contactos -también con grupos como el de Montaner, tan dialogante como Gutiérrez Menoyo- son pasos exigibles a cambio. Todo para que el fin de Castro no sea el principio de otra tragedia.
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