Dos décadas de control han reducido a la mitad la tasa de natalidad mexicana
México pasará en el 2000 la barrera de 100 millones de habitantes
"La familia pequeña vive mejor". Con este grito de guerra, México se lanzó hace dos décadas a la batalla por el control demográfico. El programa fue pionero en América Latina y ha resultado uno de los más eficaces del mundo: en 1970, una mexicana tenía, por término medio, siete hijos. Hoy, con 91 millones de personas, la cifra se ha estabilizado en las tres criaturas por mujer. Las estadísticas encubren, sin embargo, una realidad menos halagüeña: las desigualdades sociales y regionales hacen que pueda hablarse de dos Méxicos distintos.
El ritmo de expansión de la población mexicana, que había pasado de los 36 millones en 1960 a los 50 millones diez años más tarde, ponía los pelos de punta a los planificadores, cuyas proyecciones demográficas resultaban incompatibles con la realidad económica del país.El aumento poblacional se disparaba sobre todo en las grandes zonas metropolitanas de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, auténticos polos de atracción para la migración rural. La capital mexicana, por ejemplo, convertida hoy en un enjambre de 17,5 millones de habitantes, no llegaba en los años cuarenta a los dos millones.
El Gobierno se puso manos a la obra: dictó la Ley General de Población (1974), que pretendía regular el ritmo de crecimiento e impulsar la descentralización urbana e inició una campaña de control de la natalidad. México fue la sede de la II Conferencia sobre Población en 1984.
A los propósitos gubernamentales ayudó sin duda el enmudecimiento forzoso de la Iglesia católica. La tradición laica del Estado relegó a los templos el martilleo de conciencias que, a tenor de los resultados, no debió ser muy efectivo: la tasa de crecimiento anual ha pasado desde 1970 del 3,5% (que supone la duplicación de la población en 20 años) al 1,8%. El porcentaje de mujeres que usan algún método anticonceptivo ("moderno o tradicional") se ha duplicado y hoy llega al 63%.
"El balance de la política de regulación del crecimiento es positivo, aunque no se han cumplido las metas previstas: aún estamos muy por encima de la tasa del 1% y para el año 2.000 superaremos los 100 millones de habitantes", afirma Manuel Ordorica, demógrafo e investigador de El Colegio de México.
El éxito que reflejan las estadísticas se diluye sin embargo sobre el terreno, donde los contrastes son de tal magnitud que puede hablarse de dos Méxicos distintos. "Las zonas ricas, urbanas e industriales, tienen tasas de fe cundidad y mortalidad, homologables a los países occidentales. Las áreas rurales tienen los niveles de los países más atrasados del mundo", explica Ordorica.
La marginación que sufren Estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Hidalgo o Veracruz, en la cornisa sur del país, se refleja en los indicadores demográficos: las mujeres, por ejemplo, tienen una media de cinco hijos, frente a los tres del promedio nacional. Y la tasa de mortalidad infantil, que continúa siendo muy alta globalmente se dispara hasta un 44 por mil (la de España es de siete por mil).
Desarrolló equilibrado
Es aquí donde toman cuerpo las críticas de algunos expertos al programa de control del crecimiento: la Administración, dicen, carece de una política global de población e intenta atacar el problema demográfico sólo me diante la planificación familiar, soslayando otros aspectos, como las mejoras educativas y sociales o el desarrollo económico equilibrado. Es este uno de los princi pales puntos que se debaten también en El Cairo.
"El problema demográfico se reduce básicamente a un problema económico", dice el economista Gustavo Garza, director del Instituto de Estudios Urbanos de Nuevo León, en Monterrey. "Hacen falta inversiones productivas, ahorro interno, atención a la fuerza de trabajo, desarrollo de las infraestructuras urbanas... ".
El desfase entre la política demográfica y la económica resulta preocupante. Actualmente, el 60% de la población mexicana tiene entre 15 y 65 años, es decir, está en edad activa.. "Se necesitarían un millón de empleos anuales para absorber la incorporación de ese grupo de edad al mercado laboral. O que la economía creciera alrededor de un 6% anual", dice Garza. "Pero no se crean nuevos trabajos y las perspectivas más optimistas apuntan a un crecimiento del 2% o el 3%. Para estas generaciones sólo queda la economía sumergida y los trabajos a tiempo parcial".Junto al empleo, el demógrafo Manuel Ordorica destaca otro problema: el envejecimiento de la población y lo que ello implica de previsión de gastos en programas sociales e infraestructuras. Lo que para, los países desarrollados es un quebradero de cabeza, para el Tercer Mundo puede ser una auténtica pesadilla.
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