Educación y demografía
LA CONFERENCIA sobre Población y Desarrollo que mañana se inicia en El Cairo ha estado precedida de largas disputas que anticipan las dificultades que encontrará ese foro para consensuar un diagnóstico y un tratamiento para los problemas de la demografía y la pobreza. Presidida por idéntica preocupación, se celebró hace 20 años una conferencia en Bucarest y otra, hace 10, en México. Se trata de un cónclave político, no de un congreso técnico, y en ello residen tanto la importancia de la apuesta como sus peligros. Importante, porque una declaración final que comprometa, al menos moralmente, a los Gobiernos, es más que una sensata recomendación científica. Peligrosa, porque precisamente su condición política la tiñe de discursos altamente contaminados de intereses nacionales o ideologías encubridoras.El contradictorio discurso de Estados Unidos en estas tres convocatorias es un reflejo del problema. En 1974, las prédicas norteamericanas a favor de planes que redujesen la natalidad en los países subdesarrollados se interpretó como una astucia imperialista para menguar. futuros ejércitos populares. En México, quien cambió de óptica fue la propia Administración norteamericana, con un presidente, Ronald Reagan, en plena campaña doméstica contra el aborto y, por tanto, alineado con el Vaticano en la oposición al control de la natalidad. La panacea entonces era el mercado libre. Superada la política de bloques y con otro inquilino en la Casa Blanca, Estados Unidos acude a El Cairo con otro ánimo: el de buscar remedios a la multiplicación exponencial de la población.
El Estado vaticano apenas ha modificado sus posiciones, pero sí ha cambiado de aliados: Estados Unidos en 1984, amplios sectores del islamismo ahora. El Vaticano ha hecho un esfuerzo extraordinario de movilización contra la conferencia. Según insiste, los proyectos de la ONU basan su lucha contra la superpoblación en el aborto.
En realidad es ésta una conclusión injustificada. Porque el documento preparatorio es contrario a la utilización del aborto, como método de planificación, aunque plantea el problema del aborto clandestino como un grave problema de salud pública y respeta las legislaciones existentes que lo admiten, criticando la persecución penal de las mujeres que decidan recurrir a él. Y han hecho causa común con el Vaticano sectores islámicos radicales -y al menos dos éstados islámicos, Arabia Saudí y Sudán- que reaccionan principalmente en contra de la reivindicación de un trato igualitario entre los sexos y los esfuerzos de buscar una solución a la superpoblación por el medio más probado, la educación de la mujer.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Ciudad del Vaticano
- Opinión
- Estados Unidos
- Política exterior
- Conferencias internacionales
- Planificación familiar
- Aborto
- Anticoncepción
- Europa occidental
- ONU
- Mujeres
- Reproducción
- Europa
- Organizaciones internacionales
- Relaciones internacionales
- Medicina
- Relaciones exteriores
- Iglesia católica
- Demografía
- Salud
- Legislación
- Cristianismo
- Justicia
- Religión
- Sociedad