Conservas contra etiquetas
Los conserveros vascos se sienten los perdedores de la 'guerra del bonito'
Los conserveros de bonito de la comisa cantábrica ven peligrar el futuro de sus empresas y anuncian el posible cierre de algunas industrias ubicadas en el País Vasco. La polémica desatada esta pasada campaña por la utilización de redes de deriva por parte de la flota francesa para la pesca del bonito ha provocado un descenso importante en el número de capturas de los barcos españoles y ha encarecido la materia prima hasta precios que los conserveros consideran "prohibitivos" para que el producto final sea rentable. El sector transformador del País Vasco, formado mayoritariamente por pequeñas y medianas empresas, advierte que si la situación ya era "precaria" antes de la guerra del bonito, ahora el problema es no caer en las redes de la suspensión de pagos o el cierre de la empresa.La veintena de conserveras que conviven en el País Vasco aseguran que ya estaban al 55% de su capacidad productiva antes del conflicto y con unos stocks significativos. "Ahora asistimos a la dictadura de precios de los pescadores que, bajo una campaña supuestamente ecológica de rechazo a las redes de volantas, esconden unos intereses de rentabilidad y unas deficiencias. Y el bonito está ya a 430 pesetas el kilo, 70 pesetas por encima que el año pasado", afirma un conservero vizcaíno que prefiere permanecer en el anonimato. Sin embargo, el sector pesquero considera que ese precio se ajusta a la realidad. La batalla está centrada ahora en la importación o no de bonito por parte de las conserveras españolas. Los precios del bonito capturado con volantas se reducen a la mitad de los que ofertan los pescadores del Cantábrico.
Hay conserveros que echan por tierra los argumentos que esgrimen los pescadores del Cantábrico en cuanto a la utilización o no de volantas y acusan a éstos de no haberse preparado para ser competitivos con el resto de las flotas comunitarias. "La flota del Cantábrico no ha invertido en renovarse como lo han hecho en los puertos franceses. Han conseguido establecer una flota más moderna, con menos personal y además consiguen que el pescado llegue a puerto antes que el de ellos", indican algunos conserveros. Los barcos que emplean los franceses son de menor tamaño que los españoles y navegan con seis personas mientras que en los boniteros del Cantábrico son más grandes y llevan una tripulación de 15 pescadores.
La pelea que mantiene el ,sector pesquero para que la Unión Europea prohíba todos aquellos sistemas de pesca que no son artesanales para impedir que los caladeros comunitarios se queden sin peces no es compartida por los empresarios de las fábricas de conserva. "No tenemos materia prima y la que tenemos es carísima. O se produce una reconversión de la flota y de las artes de pesca o la prohibición de las volantas será pan para hoy y hambre para mañana. Hay que desarrollar otras pesquerías no sólo la de la anchoa y el bonito", apunta un conservero de Bermeo. La demanda de bonito para las empresas conserveras españolas, según responsables del sector, es de 9.000 toneladas, el 80% de pescado fresco. De las 7.000 toneladas de fresco, menos de la mitad proceden del Cantábrico y el resto es importado. Los empresarios creen que el sector pesquero no ofrece la materia prima que demandan las conserveras.
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