Clinton estudiará el bloqueo de Cuba si Castro no introduce reformas democráticas en la isla
La crisis de los refugiados cubanos se ha convertido en un nuevo e inesperado quebradero de cabeza para el presidente Bill Clinton, un problema de política interior e internacional que aparentemente no ha hecho nada más que empezar y en el que la Casa Blanca va a remolque de las iniciativas del Gobierno de La Habana. Para evitar esa sensación, el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Leon Panetta, dijo ayer que Estados Unidos no descarta la opción de bloquear Cuba si el régimen de Fidel Castro no introduce reformas democráticas en la isla.
Las medidas de presión sobre La Habana han suscitado opiniones opuestas entre la comunidad cubana de EE UU. Sin embargo, aún no han concluido. Panetta declaraba ayer a la ABC que la Casa Blanca está comprometida en apoyar el establecimiento de la democracia en Cuba y a terminar con la ola de refugiados cubanos hacia Florida, cuyo responsable es Castro. El bloqueo de la isla, dijo Panetta, es una opción de la Casa Blanca en el futuro, dependiendo de si Castro "da o no algún paso legítimo hacia e establecimiento de la democracia" en Cuba."Estamos trabajando e ambas líneas en estos momentos", dijo Panetta, y añadió que Washington no tolerará que se repita el éxodo de Mariel en 1980, cuando 125.000 cubanos abandonaron la isla y se refugiaron en EE UU.
Pero las imágenes de los nuevos refugiados detrás de alambradas hieren los sentimientos de los cubanos, a pesar del apoyo a Clinton de Jorge Mas Canosa, presidente de la Fundación, Cubano Ámericana. Los problemas de desbordamiento de los centros de detención y de la base de Guantánamo no tardarán en plantearse, y las medidas suplementarias de presión contra Cuba anunciadas el sábado han provocado opiniones muy encontradas, sobre todo entre los cubanos que mantienen a sus familiares de la isla con envíos económicos desde EE UU.
El escepticismo sobre la capacidad de disuasión de la nueva política que pone fuera de la ley a los refugiados se está demostrando acertado: la avalancha no se ha detenido.
El sábado fueron rescatadas de las aguas del Estrecho de Florida casi 1.200 personas, un número nunca alcanzado hasta ahora en un solo día, y ayer domingo, a media jornada, cientos de refugiados que habían abandonado horas antes la isla seguían pasando desde sus frágiles balsas a las patrulleras del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos.
Los mayores peligros de la travesía siguen siendo los tiburones y el mal tiempo, y todos los que se tiran, como se dice en Cuba, saben que ahora hay más barcos que les van a rescatar, aunque sea para llevarles a centros de detención.
Se han investigado algunas embarcaciones de particulares, sospechosas de salir a ayudar a los balseros, pero es muy difícil controlar el estrecho. Y el número de avionetas privadas que surcan los cielos es tan elevado que las autoridades de aviación civil han tenido que restringir el uso de determinados corredores aéreos, algo que no ha hecho variar los planes de Hermanos al Rescate, una de la organizaciones de ayuda más activas.
Los detenidos durante el fin de semana han sido distribuidos entre los centros habilitados para ello, a la espera de su, traslado a Guantánamo. Después de haber comido y descansado, y embutidos en un mono naranja, los refugiados agradecen las manifestaciones en su favor a la puerta del centro y contemplan el futuro con tranquilidad. A ninguno le hace gracia ir a compartir tiendas de campaña y camastros con los 14.600 haitianos alojados en la base de Guantánamo, pero confían en los compromisos alcanzados por Mas Canosa en Washington.
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