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El primer envío de ayuda española a los refugiados de Ruanda, una gota de agua en el desierto

Alfonso Armada

Muy poca carga podía transportar el Casa 235 español que ayer aterrizó en Goma (Zaire). Pese a su pequeña envergadura, el aparato tuvo dificultades para maniobrar en la pista del aeropuerto, congestionada por los grandes aviones que descargaban toneladas de ayuda humanitaria de procedencia diversa. Integraban el vuelo seis tripulantes y 11 pasajeros, incluidos seis miembros de Médicos del Mundo (MDM) y dos sacerdotes, entre ellos Jesús Jáuregui, coordinador de Cáritas, que tratará de "evaluar las necesidades sobre el terreno".

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A pesar de que fuentes oficiales habían anunciado la llegada de una importante ayuda humanitaria, los 1.800 kilos que España transportó hasta Goma consistían en medicinas y material, de MDM, comida y agua para su personal en Zaire. "Espero que dentro de unos días, 30 españoles estén trabajando aquí", declaró Camilo Tomé, vicepresidente de MDM. Además, el avión de la Fuerza Aérea trasladó unos centenares de kilos de la Agencia Española de Cooperación, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores.Como contribución humanitaria gubernamental resulta ínfima. Como gesto publicitario, ineficaz. El próximo 4 de agosto se espera que aterrice en Goma un Hércules C-130 con una ayuda algo más sustancial.

Frente a la magra ayuda española, destaca la contribución de la República Checa, que envió ayer una avión Tupolev 154 con 11 toneladas de ayuda humanitaria o la llegada de dos Hércules C- 130 australianos con 10 toneladas de medicamentos y 4 de alimentos. La Cruz Roja está distribuyendo una media de 8.000 toneladas de víveres al mes entre la población ruandesa. Sin embargo , las dificultades para el aprovisionamiento de agua potable y la deficiente situación sanitaria son los principales escollos con los que tropiezan las organizaciones de ayuda humanitaria.

Demasiado tarde

Las cifras oficiales hablan de 17.000 refugiados muertos en los últimos cinco días. Las reales nunca se conocerán. Basta con visitar el nuevo campo de fosas comunes, lejos de la carretera, abierto por los soldados franceses a las afueras de Goma. El miércoles enterraron a 3.000 ruandeses. El incesante flujo de camiones permitía imaginar que ayer se batiría ese macabro récord. Pero algo mejora en Goma. Se ven menos cadáveres abandonados en las calles. Así y todo, el niño ruandés que fue rescatado cuando iba a ser enterrado vivo murió la noche del miércoles. "Era demasiado tarde para salvarle", se lamentaba una enfermera francesa.

Mientras, las autoridades zaireñas quieren algo más: ayer exigieron al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los, Refugiados (ACNUR) que sacara a 100.000 refugiados de Goma y los llevara al norte de la ciudad. Hacia allí tendrá que dirigirse la ayuda española.

ACNUR anunció ayer su intención de levantar un nuevo campo de refugiados entre el de Kibumba (con más de 300.000 habitantes) y el de Katale (con una población similar). El ultimátum de las autoridades zaireñas se ha hecho oír. A pesar de que el ACNUR propugna que los refugiados emprendan el regreso a Ruanda, la mayoría de ellos parece reacia a esa opción. Tienen miedo del nuevo Gobierno del protutsi Frente Patriótico Ruandés (FPR), que derrotó al Ejército gubernamental de la mayoría hutu.

El nuevo Ejecutivo instalado en Kigali volvió a hacer un llamamiento a sus conciudadanos para que regresen. La cosecha está madura y, si no es recogida, la catástrofe ruandesa puede conocer horas aún peores. En el interior de Ruanda, como ha comprobado Daniel Augstburger, de la Cruz Roja Internacional, las condiciones de vida son precarias. Cerca de 500.000 desplazados "se encuentran en peores condiciones que los que han cruzado a Zaire". Y los franceses, que protegen el sureste ruandés, ya han detectado los primeros casos de cólera.

En Goma, la epidemia no remite. Ayer se contabilizaron 420 casos en Katale, a 58 kilómetros al norte de la ciudad; 1.420 en Kibumba, a mitad de caminó, y 700 en Munigi, además de dos casos de meningitis diagnosticados en el hospital de campana israelí que, con 150 camas, se encuentra a pleno rendimiento desde que fuera instalado el pasado lunes, 24 horas después de que ocho aviones Hércules lo trajeran desde1srael. La disentería, la rubeola y la temida meningitis ya se han cobrado las primeras vidas de refugiados, e incluso entre la población ruandesa.

Josep Vargas, el presidente español de Médicos sin Fronteras y próximo presidente intemacional de esta organización no gubernamental, aseguró en Goma que en los campos en los que trabajan la morbilidad no aumenta e incluso tiende a disminuir: "Gracias a la masiva llegada de suero -cada día aterrizan en Goma 40 toneladas de medicinas enviadas por nuestra organización-, antes se moría uno de cada dos, y ahora uno de cada siete". Pero, desgraciadamente, estas cifras no se puedan extrapolar a todos los campos.

Sin embargo, algo se mueve en Goma. El ACNUR anunció que dentro de una semana estará en condiciones de cubrir el 80% de las necesidades del millón largo de refugiados alojados en este islote zaireño.

Mientras, para retirar los cadáveres dé las calles ha habido que recurrir a métodos expeditivos. "He visto imágenes que me recuerdan a cuan do se descubrieron los campos nazis de exterminio: recogían cadáveres con excavadoras y los arrojaban a la fosa común", relata con amargura Josep Vargas.

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