Cuando el porvenir depende de un cuatro
Muerto de cansancio terminó ayer José Luis Madrid. "Ha sido una paliza terrible, estoy cansadísimo", se quejaba tras los exámenes. Su cuerpo, su mente, acusaban el estrés y la tensión de dos agotadores días. Con la misma ropa del día anterior -pantalón amplio, camiseta y chaqueta del chándal- acudió a examinarse de los cuatro ejercicios de letras. "Se me dan fatal", explicó. Él es un hombre de ciencias.La primera sorpresa que encontró al sentarse en el pupitre fue el examen de lengua y el comentario de texto: "Hice lo que pude, pero tampoco mucho". Protesta José Luis de lo novedosas que eran las preguntas de lengua. No había ninguna de teoría; todas eran prácticas.
A mediodía, entre bocado de lomo y sorbo de agua, repasó a Kant. Y le tocó, pese a que la filosofía no es su fuerte. No obstante, se atreve a pronosticar la nota: "un seis, con suerte".
Después de tanto trajín, José Luis confiesa no haber sacado nada positivo de la selectividad. Sólo cansancio y sufrimiento. Ahora confía en sacar, al menos, la nota mínima (un cuatro) que le permita ser lo que le gusta: ingeniero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.