La sorpresa
Al militar que no ha entrado en combate el valor se le supone. Al político que no se faja habitualmente en el Parlamento se le atribuye miedo. Narcís Serra llegó al Congreso a las 16.25 con la aureola dedo dubitativo que le acompaña. El prejuicio duró poco más de seis minutos, porque ya en la respuesta a la segunda pregunta -de las ocho que le tenían preparadasarrancó los primeros aplausos de sus escaños. Lo consiguió por su tono agresivo y su actitud de ataque frente al dúo de diputados populares que habían trazado su estrategia de acoso y derribo al vicepresidente del Gobierno.Los primeros sorprendidos fueron los socialistas y no lo ocultaron al concluir el trámite parlamentario. Tampoco en las filas del PP se escondió, en privado, cierta sorpresa por la actitud de Serra y por el resultado final de la jornada.
Las preguntas, en las sesiones de control de cada miércoles, se formulan y se responden desde el escaño, sin subir a la tribuna. Serra estuvo flanqueado por los ministros Juan Manuel Eguiagaray, Cristina Alberdi, Alfredo Rubalcaba, José Borrell, Juan Alberto Belloch y Javier Solana. Rubalcaba inició, con evidente entusiasmo, algunos de los aplausos que Serra consiguió entre sus filas.
Cada pregunta y su respuesta tienen una duración reglamentada de cinco minutos. El fuego cruzado elevó la temperatura con rapidez. Narcís Serra se mantuvo tranquilo, sin más ties que los habituales en él, y apostó abiertamente por el ataque y no por la defensa. Su estrategia pareció dar fruto porque el espejo más tópico de Serra -el dequeismo que hasta hace poco era habitual en las expresiones del vicepresidente devolvió la imagen a los bancos populares y contagió a Luis Ramallo, que llegó a preguntar por "Cuántos de miembros...".
Serra y sus contrincantes cosecharon aplausos alternativos, siempre desde sus respectivas filas. Los abucheos también se alternaron. Los insultos se escucharon desde los escaños del Grupo Popular: "Mamón" en un par de ocasiones, "payaso" "bobo" "inútil". Muchos diputados populares confesaron haber perdido una gran oportunidad ante un rival teóricamente tocado y propicio para el sacrificio político.
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