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Redescubrir las misiones

Rosa Rivas

La recoleta plaza madrileña de la Inmaculada Concepción, donde se ubica la sede central de las Misioneras de Jesús, María y José, tuvo ayer un tráfico inusual.Todas tenían trabajo, pero más aún Pilar Espelosín, la misionera de 64 años (22 en Africa), que desde el hospital de Kibuye fue voz de Ruanda para el mundo en momentos de acoso, machete y sangre. "Yo era la que hablaba, pero otras cosían cabezas", dice, señalando a la hermana Amparo Muñoz, encargada de llamar a Barcelona para darle la noticia del premio a otra misionera del grupo.

Supervivientes al acoso hutu, las misioneras tratan de sobrevivir en España al acoso periodístico. "Desde que hemos llegado a Madrid no hemos hecho otra cosa que hablar. No nos habéis dejado tiempo para reflexionar", dicen, pero no dejan de atender llamadas: "Queremos corresponder a los medios que tan de cerca nos habeis ayudado, por eso no estamos ya descansando con nuestras familias, perdidas en cualquier isla", dice la hermana Pilar.

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Ayudar al prójimo es lo que las misioneras llaman cumplir con su deber. Eso realizaban desde hacía un montón de años, pero de lo que no eran conscientes es de que actuaban como reporteras de guerra. Afortunadamente otros lo han sabido y parece que se ha redescubierto el lejano mundo de las misiones, nada que ver con la moneda que se echaba en una vieja hucha con cabeza de negrito-Domund. Compartir

"Doy las gracias a los que han tenido sensibilidad hacia quienes trabajamos en el Tercer Mundo", sigue Espelosín, "pero sería muy positivo que hubiera más personas que quieran compartir lo que tienen con los que no tienen nada. Sería una gran satisfacción saber que hemos contribuido a que el mundo occidental sea consciente de que lo que tenemos no nos pertenece, sino que debemos compartir para que la vida en el mundo sea más equilibrada".

Las misioneras se enteraron de su candidatura al premio por. la mañana temprano, "al oír en la radio una entrevista con el diplomático español que está recibiendo a la gente en Burundi". "Dijo que le parecía muy bien, que los misioneros en Ruanda y Burundi son los mejores embajadores de España en el mundo, y que se quitaba el sombrero ante ellos". Poco después vino el aviso oficial. "Desde Oviedo le leyeron el acta por teléfono a la hermana Dolores (coordinadora de la congregación). No nos lo creíamos. Nos viene grande", dice Espelosín.

"El premio se lo dedicamos de una manera especial a todos los que todavía están allí dando el callo", dice la misionera portavoz. En cuanto puedan, volverán a su tarea. Pese a todo. "No tengo pesadillas. Aquí sí duermo, pero allí no pegábamos ojo".

Las misioneras están preocupadas por el porvenir de un laboratorio en el que los enfermeros nativos elaboraban medicamentos con las fórmulas que ellas habían llevado de España. "Han muerto los que hacían las medicinas con nosotras. No sabemos qué pasará".

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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